tOBTE DE BlSmi
ZARZUELA EN DOS ACTOS
dividido el segundo en tres cuadros, original y en prosa
MÚSICA DEL MAESTRO
300
Copyright, by Antonio Paso, 1914
SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES
Calle del Prado, niim. 24
X el -4
LA CORTE DE RISALIA
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LA CORTE DE RISALIA
ZARZUELA EN DOS ACTOS
DIVIDIDO EL SEGUNDO EN TEES CÜADEOS
original y en prosa de
música del maestro
Estrenada en el TEATRO APOLO de Madrid, el 11 de Abril
de 1914
MADRID
9. VBLASOO, IMr., MABQÜÉS DB SANTA AN4, U OUP.
Teléfono númeio 661
1914
REPARTO
PERSONAJES
ACTORES
LA REINA Seta. Maeco (M.)
BERTINA Andbés.
MARINELA Leonís (R.^
EFRONIA CoETÉs (P.)
TEODORA FoBTUNY.
MARÍA Mabco (G.)
ETEROLICIA Moeeu.
AMALIA Montes.
ADELIA. Santama)íí A.
FERMINA Cabcellee.
VICENTE XXIV. Se. Oetas.
KALCÜNDIO. Ontivebos.
EL PRINCIPE OVILIO Villa.
FINANCIO , S. DEL FiKO.
ARMANDIO SoTiLLO.
DOCTOR ASTENIO Rüfabt.
REVERENCIO G a Valeeo.
FISGONIO Román
EL CONDE RIGO Castañé.
EL TENIENTE ARNOLDO Gutiéeeez
RETAMA , j ,
UN UJIER \ Ibabeola.
AYUDANTE J.o Román.
IDEM 2.0 Costes.
FAUSTINO FiscHEE.
MOZO 1.0 Castañé.
IDEM 2.0 Gutiéeeez.
IDEM a.^ RoDEÍGUEZ,
ALABARDERO I.» Llayna.
UN UJIER FEO CoEAO.
UN UJIER GUAPO Lozano.
OTRO IDEM Seeeano,
Damas, guardias marinas, cortesanos, escopeteros, baile y cero-
general
La acción en el reino imaginario de Risalia— Época actual
Darecha é izquierda, las del actor
ACTO PRIMERO
Interior del Palacio Real, en la Corte imaginaria de Risalia. La esce-
na representa un salón antecámara del Rey. Muebles y cortinajes
muy lujosos y de estilo moderno. En primer término izquierda
del actor puerta grande que conduce á las habitaciones reales. En
la segunda del mismo término, entrada á la de los infantes. A la
derecha del actor, en el centro del muro, gran puerta de entrada.
En el foro, ocupándolo todo, extensa galería de cristales con diver-
sas ventanas que dan á una anchurosa plaza, distinguiéndose á lo
lejos el puerto de Risalia, con buques anclados y demás detalles
apropiados, á gusto del pintor. Entre la primera y segunda caja
izquierda, uua gran mesa dorada, con sillón dorado, dando espal-
' da á la lateral y alrededor tres ó cuatro sillas volantes. Sillones y
sillas repartidas por la escena. Cuadros, lámparas, recado de es-
cribir lujoso, timbre de mano, etc. Al empezar la acción son las
, diez de la mañana.
ESCENA PRIMERA
Al levantarse el telón, la escena está desierta. Al compás de una
marcha alabardera, que interpreta la orquesta, entra por la puerta
de la derecha un OFICIAL seguido de cuatro ALABARDEROS; que-
dan en escena dos de ellos y el Oficial con los otros dos liace mutis
por la primera izquierda, volviendo á salir con otros dos alabarde-
ros distintos, que quedan en la escena, repitiéndose la maniobra, en
la segunda izquierda, efectuándose el relevo de las reales habitacio-
nes, haciendo mutis definitivo por la primera derecha con los cuatro
alabarderos relevados. La orquesta continúa pianlsimo hasta ter-
minar
ESCENA II
Uu UJIER, KALCUNDIO, FINANCIO y ARMANDIO
Sale primero ei Ujier, por la derecha, se coloca en el dintel de la
puerta derecha y hace una reverencia al aparecer los ministros. Los
dos primeros visten frac con banda y condecoraciones y el último
uniforme militar. Traen bajo el brazo, carteras con el escudo real y
dentro los expedientes que se relacionan á su tiempo
Ka!. (Entrando y quedando al lado del Ujier; los otros pa-
san al centro.) ¿De manera que Su Majes-
tad?...
Ujier Su Majestad, señor Presidente, está con el
médico de cámara — el doctor Astenio — y
con los doctores Francochelos y Piloso.
Arm. ¡Diablo! ¿Acaso la preciosa vida de Su Ma-
jestad?...
Ujier No; nada alarmante... Segün parece, solo se
trata de substituir la medicación vigorizan-
te á que estaba el Rey sometido, por otra
más activa.
kál. Caramba; pues vamos á tener que espe-
rar.
Ujier Tal creo. Y si vuecencia, señor Presidente,
no me favorece empleando mi inutilidad,
evádome.
Ral. ¿Qué dice?
Fin. (Gritándole al oído.) ¿Que si sc puede retirar?
Ka! ¡Ah! (ai ujier.) Retírate. (Vase el ujier.)
Fin. (a Armandio.) Hoy oyc menos que ayer.
Arm. (a Financio.) El tiempo; siempre que va á llo-
ver se pone así; pero en cuanto escampa se
le pasa.
kal. Señores Consejeros: si á ustedes les parece,.
ínterin sale Su Majestad, podemos cambiar
impresiones sobre los graves sucesos que
pueden acaecer de un momento á otro, (co-
* ^ gen sillas volantes y se sientan apartados de la mesa;
el Presidente en medio. Dejan las carteras sobre la
mesa.)
Fin. ¿Pues qué pasa?
Kal. ¿Qué? (Aplicando el oído.)
Fin. (En voz alta.) ¿Que, qué pasa?
Kal. Pues pasa, señores, que el momento política
actual, puede ser en la historia de Risalia,
un momento culminante y decisivo.
fin. ¡Caramba!
Kal. Culminante y decisivo, no quito un ápi-
ce. Expongamos los hechos. (Se sientan.)
El Rey, nuestro señor, Vicente XXIV, en-
viudó hace dos años, sin que le hubiese
quedado sucesión de su largo matrimonio
con la princesa Lia de Esparta. El heredero
seguro del trono, era, pues, el príncipe Ovi-
liode Bramante, sobrino carnal del monarca
y muchacho inteligente, bravo y generoso.
Artíl. Es un bello príncipe.
Fin. Merece la corona.
Kal. Su Majestad mandó á su sobrino y heredero
á dar la vuelta al mundo en la fragata «Di-
namita», para que completase su instruc-
ción naval. Alejóse el príncipe Ovillo, que-
dóse solo el Rey llorando su viudez y hete
aquí que de la noche á la mañana, despre-
ciando conveniencias políticas, va el mo-
narca y se nos casa. ¿Y con quién se nos
casa, señores?
Arm. ¡Con una tontería de veintiún años, que
quitadla cabeza!
Fin. Eso hay que decirlo; ¡la Reina es divina!
Kal. Bueno, la Reina será divina, pero tiene
veintiún años y el Rey cincuenta y ocho.
Arm. ¡No tantos!
Kal. Cincuenta y ocho: veintidós que lleva rei-
nando y treinta y seis que tenía cuando su-
cedió á su padre, Segundo III, cincuenta y
ocho. Y de cincuenta y ocho llevo seis...
Fin. ¡De cincuenta y ocho llevará usted cinco!
Kal. De cincuenta y ocho llevo seis oyéndoles de-
cir, que aunque enviudara, no volvería á
casarse; y miren ustedes con lo que sale
ahora.
Arm. Pero ¿qué teme usted?
Kaí. Un horrible conflicto. (Se levantan y avanzan.)
El príncipe Ovillo, al atravesar el mar Rojo,
recibió por un marconigrama la nueva del
casamiento de su tío, puso proa á Risalia y
esta mañana ha llegado. Ahí fuera en la
— 8 —
bahía tienen ustedes anclada la fragata. El
príncipe vendrá á Palacio, verá á su tío y
ese, ese es el momento que yo temo.
Arm. ¿Y por qué lo teme usted?
Kal. Porque... seamos sinceros; el príncipe puede
creer que este matrimonio es un escamoteo
de su presunta herencia.
Fin. Y con razón; porque eso de que esté espe-
rando veinte años la corona y luego venga
un primo y se la lleve...
Kal. Hay que convenir en que si se la lleva, no
será tan primo.
Arm. Bueno; pero aquí, en confianza, ¿ustedes
creen que el Rey dejará un heredero?
Fin. Qué sé yo; ¡está tan flojo! Yo le encuentro
cada día más lleno de achaques. Y en tales
condiciones físicas, pregunto yo: ¿se puede
tener sucesión?
Kal. Siendo la mujer guapa, sí.
Arm. ¿Qué quiere usted decir?
Kal. Que si el Rey... bueno; si la Reina tiene un
hijo, temo una sublevación, que sería la
única que empañara la historia de este no-
ble país.
Arm. ¡Qué conflicto!
Kal. Además, y ya completando mi franqueza,
desde que el monarca se c^só, vengo obser-
vando, con inquietud primero, con indigna-
ción después, que los ayudantes de la Reina
son excesivamente bonitos.
Fin. En efecto; ni el teniente Amoldo, ni el con-
de Rigo de Albian, tienen la traza guerrera
adecuada á su cargo.
Kal. Son dos nubes de perfume, con rumor de
sables y destellos de uniformes.
Arm. Silencio: los ayudantes.
(Entran por la derecha RIGO DE ALBIAN y ARNOL-
DO. Llevan pelucas rubias; visten preciosos y elegan
tes uniformes; sus tipos son gallardos; llevan bigotes á
lo Kaiser. Saludan con una inclinación y desaparecen
segunda izquierda.)
Kal. ¿Eh?... ¿qué tal? Ahora díganme ustedes si
esos dos querubes, no son para escamar no
digo yo á Vicente XXIV, sino á cualquier
otro monarca por muy alta que tenga la nu-
meración.
9
ESCENA III
DICHOS. El UJIER, por la derecha. En seguida, FISGONIO, por la
misma de gran uniforme
Ujier (Anunciando.) El señor Gobernador de Risa-
lia.
Arm. Hombre; ¡el gran Fisgonio!
Kal. ¿Que nos querrá?
Fin. Que pase. (Vase el Ujier.)
FÍ8. (Entrando y saludando. ) iSeñor Presidente! ¡Se-
ñores Ministros!
Kal. ¿Qué pasa, señor Gobernador, que parece
usted agitado?
Fis. Agitado y revuelto. ¡Un grave conflicto!
Kal. ¡Un conflicto!
Fis. No sé si vuecencias me concederán el honor
de recordar, que hace tiempo vengo persi-
guiendo á instancias de la Junta de Damas
«La vereda del cielo», la sicalipsis que se
enseñoreaba de Risalia. Pues bien; entre la
susodicha vereda y un servidor, habíamos
acabado con la corrupción ambiente, cuan-
do hete aquí que uno de mis delegados ha
recogido de algunos escaparates vaiias pos-
tales de la «Bella Contornos», que... Pero ¿á
qué detallar? véalas vuecencias y horrorí-
cense. (Saca unas postales y entrega una á cada mi
nistro. ) Aquí, sin blusa; aquí sin camisa;
aquí... sin vergüenza.
Música
Fin. ¡Jesús, qué desnudez!
Arm. Es esto ya el Non plus.
Kal. ¡Jesús, qué morvidez!
Los tres ¡Jesús! ¡Jesús! ¡Jesús!
Esta procacidad
debemos corregir.
Es una atrocidad
que no hay que consentir.
— 10 ^
Tamaña exhibición
penada debe ser.
¡Est'í en tal posición
que no se puede ver!
¡Qué vergüenza!
¡Qué mancilla!
¡Qué descoco!
¡Qué chiquilla!
(Evolucionan.)
Está reclinada (Mirando las postales.)-
sobre una ches-lo?i,
Y por todo traje
lleva un cinturón.
De color de rosa
que hace resaltar,
una hebilla grande
negra, de metal.
Calza unos chapines
con un gran pompón,
y lleva unas medias
de color marrón.
Y en la cabecita
sólo se la ve
una capotita
forma de Bebé;
el pelito suelto ^
le cae por detrás...
y ni más ni menos,
ni menos ni más.
Fin. ¡Qué insolencia, madre mía!
Kal. ¡Qué sinvergonzonería!
Arm. ¡Estas son aventureras!
Kal. (¡Y estas son unas caderas!)
Los tres Para mí, que estas señoras,
encanallan la nación.
Para mí que hay que prohibirlas.
Fin. Para mí...
Arm. Para mí...
Kal. Para mí...
Los tres (Para mi colección.)
(Se las guardan.)
Fin.
Arm.
Kal.
Los tres
— 11 -
Hablado
Arm. ¡Qué atrocidad!
Fin. ¡Qué obscenidad!
Kal. ¡Qué preciosidad!... digo, ¡qué procacidad!
Fis. ¿Y que hago con estas fotografías? ¿las tiro?
Kal. No; ya las tiraré yo luego. Que me traigan
una colección más completa, para que el
Gobierno pueda formar juicio exacto, de las
distintas formas de la «Contor...» digo, de
represión que conviene adoptar. Puede us-
ted retirarse.
F¡s. A las órdenes de vuecencias... (Medio mutis.)
Fin. ¡Ahí oiga, amigo Fisgonio, ¿de huelgas cómo
vamos?
Fis. Todas solucionadas; no queda sin resolver
más que la huelga de sordo mudos.
Kal. ¿Y qué dicen los sordo-mudos?
Fis. Pues han empezado á hacer señas subversi-
vas y muy molestas para el Gobierno en la
Plaza de la Lealtad, pero yo, siempre previ-
sor, mandé que les ataran las manos y se
acabaron los gritos geométrico-sediciosos.
X Acérrimo servidor, (saluda y vase.)
Fin. Este hombre vale lo que pesa.
Arm. Es un Gobernador modelo.
Kal. No encontramos otro. Lleva cinco años en
el cargo y no ha hecho nada, pero absoluta-
mente nada, sin consultármelo.
ESCENA IV
KALCÜNDIO, FINANCIO, ÁKMANDIO, el EEY VICENTE XXIV
(Salen por la primera izquierda dos alabarderos, se
colocan á ambos lados de la puerta uno frente a otro,
y dan uu golpe en el suelo con la alabarda.)
Arm. Señores, el Rey sale. (Quedan en ala frente á la
puerta izquierda, por donde aparece Vicente XXIV,
vestido con batin, gorro de terciopelo con entorchados,,
pantalón de uniforme con ídem, zapatillas, monóculo
y un puro en la boca. Anda un poco derrengado.)
Los tres (saludando.) ¡Señor!
Rey (Muy afectuoso. ) ¡Señores! ¡Mi querido Kalcun-
— 12 —
dio! ¡Mi formidable Armandio! ¡Ilustre Fi-
nanciol
Kal. ¿Qué tal se encuentra vuestra majestad?
Rey Delicado; flojísimo.
Fin. Por Dios, señor; ¡aprensiones!
J?ey Y qué, ¿tenemos hoy mucha firma? Porque
me encuentro muy flojo y quisiera que el
Consejo de hoy, fuese un Consejo rápido;
uno de esos Consejos que yo llamo de ídem
ídem. Vamos, (nace una seña á los alabarderos,
que se retiran, y se sienta en el sillón; los ministros
quedan formando semicirculo frente á él; en primer
término Kalcundio, que deja sobre la mesa guantes,
pañuelo, etc., preparándose para un discusro.)
íKal. Graves y complejos asuntos hemos de some-
ter hoy al minucioso examen de vuestra
alta sabiduría, señor, pero el cuidado y aten-
ción que pone en.,.
Rey (sin dejar que acabe.) Bucuo, sin retóricas, que-
rido Kalcundio; he dicho que un Consejo de ,
ídem, ídem, conque al cogollo, al cogollo del
asunto.
Kal. (Contimiando su discurso, porque no le ha oído.) Se-
ñor, mi deseo era que con examen prolijo
conociese vuestra majestad los diversos asun-
tos que preocupan...
Rey (a los otros ministros.) Decirle que vaya al co-
gollo, hombre, que me tengo que bañar.
'■Fin. (a Kalcundio, en voz muy fuerte y al oído.) Dice SU
majestad que se vaya usted al cogollo.
KaJ. ¿A dónde?
Fin. Al cogollo del asunto, que tiene prisa.
.Kal. ¡Ah, sí, sí!
Arm. (a Kalcundio.) Ha dicho que un Consejo de
ídem ídem.
Kal. Ya: la firma nada más.
Rey Nada más; conque venga pronto, (se retiran
los tres hacit.. el fondo, preparando las carpetas para la
firma. ) ¡Señores, qué desgracia! ¡El presidente
anterior, cojo; éste, sordo... (¡No encuentro
un político de cuerpo entero!) A ver tu fir-
ma, Financio.
5FÍn. Aquí está, señor. (Avanza y va poniendo ante el
Key sucesivamente los decretos que cita, los cuales
firma el monarca rápidamente.) Real decretO as-
cendiendo á... etc., etc.; es reglamentario.
Rey (Firma.) Muj bien.
Fin. Otro ídem ídem... de ídem sin importancia.
Rey (ídem.) Magnífico.
Fin. Otro ídem ídem, de la misma índole... j
nada más.
Rey Admirable. Esto es un hacendista; en un
minuto, despachado. (Financio se relira.) Vea-
mos la firma de Guerra.
Arm. (igual que Financio.) Real decreto suspendien-
do el artículo quinto de la ley...
Rey (sin que termine, firmando.) SuspCUSO.
Arm. Otro ídem ídem, aprobando el dictamen de
la Comisión...
Rey (ídem.) Aprobado.
Arm. Otro ídem ídem, dejando para Septiembre
la incorporación...
Rey (ídem.) Aprobado, suspenso para Septiem-
bre... ¿Pero esto es de Guerra ó de segunda
enseñanza?
Arm. Son decretos del tercer Instituto...
Rey ¡Ya decía yo!
Arm. Del tercer instituto armado.
Rey ¿Y tú, amado Kalcundio?
Kal. (Como los otros.) Yo, señor, sólo traigo dos con-
cesiones de gracias.
Rey Veamos. (Leyendo el pliego que le entrega Kalcun-
dio.) € Concediendo la Banda del Lirio Azul,
á la señora marquesa de Casa-Curia.» ¿Y
por qué se le concede esta Banda á la mar-
quesa?
Kal. Porque hace diez años que la está pidiendo,
y hemos dicho: vamos á darle la Banda, para
que no nos dé la murga. Con esto evitamos
de paso, que su marido nos haga la oposi-
ción en la Cámara de los Nones.
Rey ¡Delicioso! Le dais la Banda á la mujer para
que el marido... ¿Una carambola, no? (Fir-
mando.) Pues, vaya por la Banda.
Kal. (Presentando otro pliego.) Esta CS la pensión de-
cien discos de oro, á favor del eminente
doctor Tumbaga, por el suero de su inven-
ción para quitar el hipo.
Rey Pero, ¿no se acordó darle el cordón de San
Hilario? ¿Cómo se le da ahora dinero?
Kal. A petición suya; él está más por la guita
que por el cordón.
— 14 -r
f?ey (Firmando.) Ahora es cuando creo que es un
sabio. ¿Hay algo más?
Kal. Lo que ya sabéis, señor; la llegada del prín-
cipe Ovilio.
Rey Sí, sí; pobre sobrino. (Se levanta y avanza al pros-
cenio con los ministros.) La noticia de mi boda
le habrá contrariado. Va á ser una entrevis-
ta desagradable, porque, claro, él, que ya se
consideraba como mi único sucesor, temerá,
naturalmente... Pero creo que no; yo estoy
cada vez más flojo. En fin; ya hablaré con él.
Kal. Tiene un temperamento levantisco.
Rey Ese es mi temor; podría producir un trastor-
no en Risalia. El Ejército le adora; la Mari-
na le idolatra... En fin, contad con mi habi-
lidad y retiraos.
Los ires A los reales pies de vuestra majestad, (salu-
dan y vanse por la derecha, después de nuevo saludo
en la misma puerta.)
Rey Adiós, apreciable Gobierno, (vanse.)
ESCENA V
El REY, luego el UJIER
Rey . ¡Dios mío, cuán varias y cuán múltiples las
pesadumbres que abruman el ánimo de los
reyes. No repuesto de la emoción de mi
boda, la emoción de la llegada de mi sobri
no; el temor de lo que pueda urdir; las pró-
ximas elecciones; el déficit de la Hacienda...
¡Qué cosas tan desagradables! (se oj-en dentro,
hacia la derecha, las voces de varias personas que
disputan.) ¡Eh! ¿Qué es eso?
^yjjer (presentándose en la puerta de la deresha.) Es Ber*
tina, señor, la endiablada hija del guarda
mayor de vuestras reales posesiones, que
viene, acompañada de otras muchachas, á
traer las primeras uvas de las cepas del Ma-
riscal, y se empeña en que las veáis antes.
Rey ¡Ah! ¿Es Bertina? ¿Ese diablejo? ¡Encanta-
dora chiquilla! ¡Má& alegre! ¿Y viene con sus
compañeras?
Ujier Sí, señor. Ya les he dicho que vuestra ma-
— 15 —
jestad está tan delicado, que no puede reci-
bir á nadie. ¿Las echo?
fiey Noj no, deja; haré un esfuerzo. Que me las
traigan, digo, que pasen. (ei ujier saluda y se
retira.) Traen esas muchachas á esta atmós-
fera palatina ráfagas de aire juvenil y cam-
pesino que la purifican. (En voz alta.) ,Que
pasen, que pasen!
ESCENA VI
El REY. Por la derecha, BERTINA, MARINELA, EFRONIA, TEO-
DORA y MARÍA, llevando en sus brazos artísticos cestos llenos de
fruta. Quedan en la puerta
*
Pasad, pasad, chiquillas;
no os turbe mi presencia,
que no es el soberano
el que miráis aquí.
Pasad. Venid.
Pasad sin miedo alguno,
pues quiero, bellas niñas,
que á un simple ciudadano
veáis tan solo en mí.
Pasad, pasad.
(Avanzando.)
Mil gracias, mil gracias,
bondadosa majestad
jVaya una majadería! (por una.)
¡Esta es otra tontería! (otra.)
Bonitas sois las cinco;
bonitas á cual más.
Mil gracias, mil gracias,
bondadosa majestad.
A ofreceros venimos
los racimos primeros
de las vides tempranas
de vuestra posesión;
y en persona queremos
1?ey
las cinco
1?ey
las cinco
— 16
entregaros el dorado fruto, '
y si en algo pecamos
pedimos vuestro real perdón.
Rey Regalo tan sabroso
es muy de estimar,
y ha sido vuestro idea
digna de alabar.
Por eso, desde luego,
contad con mi perdón,
que obsequio tan galante
bien vale mi atención.
¡Qué frescotasl ¡Qué sencillasl
¡Qué monada de chiquillasl
Cantad alguna cosa
que mate el real spUn
que siente el soberano
que estáis mirando aquí.
Efro. I ^®"^or, no sé.
Teod. I Q . ,
María i
Ber. Si dais vuestro permiso
yo cantaré.
(Avaüza.)
Desde muy pequeña siento
por las uvas embeleso,
y cuando pruebo una uva
parece que doy un beso.
Las de parra y las de cepa
exquisitas me parecen
y diferencia no encuentro:
porque todas me enloquecen.
No hay como un granito
de uva moscatel,
que deja en los labios
dulzores de miel.
Todas (Avanzando al proscenio.)
Mirale, mírale.
Ber. Mírale qué redondito.
Todas MíraJe, mírale.
Ber. Mírale qué doradito.
Mírale, mírale.
- 17 -
Si lo quieres abre la boquita
y te lo echaré.
Tengo dicho al hortelano
que me coja un platanito,
que al aroma que despide
me relama de gustito.
Que me coja unas cerezas
que me sirvan de pendientes,
para que luego mi novio
me las robe con los dientes;
que me coja fresa
si ya está en sazón,
y á ver cuándo puede
cogerme un fresón.
Todas . Mírale, etc., etc.
Hablado
Rey Muy bien. No sabéis lo que os agradezca
que os hayáis acordado de traerme en per-
sona los primeros granos de oro de esos
abundosos racimos moscateleños.
Mar. Señor, para vuestra augusta persona, bien
mezquino es el recuerdo.
Rey ¿Mezquino? (Acariciándola la barbilla.) ¿DiceS
que mezquino? ¿Tú como te llamas, pimpo-
llito?
Mar. Marínela, señor; ¿no recordáis?
Rey ¡Ah, sí; Marínela: nombre marítimo! Ya de-
cía yo: esta chica está cada día más saladí-
sima, (a Efroiiia ) ¿Y tú, regordetilla?
Efro. Efronia.
Rey (Dándole golpeeitos en la espalda.) También, tam-
bién tienes tu poquito de salobridad. Bueno,
pues llevad á mis reales cocinas esas uvas,
para que me las sirvan esta noche.
Mar. Con vuestro permiso, (saludan y vanse por don-
de salieron. Al salir, el Rey detiene á Bertina con Lo.
voz.)
3
ESCENA VII
BERTINA y el REY
Bertina.
(volviendo.) ¿Qué mandáis, señor?
Quédate; te voy á hacer un encargo.
¿Un encargo?
Sí. (Mirando á todos lados para convencerse de que
nadie le observa.) ¡Bertina!... ¡Fresquísima Ber
tina! ¿Puedo aspirar á que me introduzcas
en la real boca un grano de moscatel con
tus nacarados dedos?
Honradísima, señor; tomad. (Le ofrece un gra-
no de uva, que toma el Rey con la boca, mordiendo
el dedo á Bertina.) ¡Ay!
¿Qué?
Que me habéis mordido.
Estoy tan débil... Muerdo de debilidad.
Pues me habéis mordido el índice.
Te he mordido el índice y no te muerdo el
pie de imprenta porque... ¡Ay, Bertina!
Eres un libro que está en rústica, pero de-
bes tener un texto, que si corresponde á la
portada, es para no levantar cabeza. (Acari-
ciándola.)
¿Ya empezáis como siempre? ¡Vamos, señor,
que no está bien!
Pero, ¿es que temes de mí? ¡Pobre Rey, de-
crépito, flojo!... ¡Mujer, no seas tonta! (Acari-
ciándola siempre.) Pero, oyc, oyc; observo que
has adquirido un desarrollo montaraz y una
apretura de carnes, que siento ser monarca.
Por qué, ¿señor?
Porque un monarca no puede meterse en
apreturas. ¡Ay, Bertina; eres un diablejo en-
cantador!... (Abrazándola.)
(Trata de esquivarlo. ) ¡Señor, por Dios!
Oye: ¿qué se ha hecho de aquella amiga
tuya, también muy mona?...
¿De Esmeralda?
Sí; justo.
Todas las tardes la veo. Nos reunimos para
bañarnos.
^ 19
Rey (Tocándola la cara.) \ Mi, pícaras; para bañaros!
Y dime: ¿os bañáis donde antes?
Ber. No; ahora nos bañamos en el remanso, jun-
to á la saucera.
Rey Pues puede que algún día caiga yo por allí.
¿Tú no sabes nadar? ^
Ber. No, señor.
Rey ¿Ni poco ni mucho?
Ber. Nada.
Rey ¿Y tu amiga?
Ber. Mi amiga, nada.
Rey ¿Tampoco sabe?
Ber. Digo que sí; que ella nada muy bien.
Rey Pues, mira, yo iré á enseñarte á ti; á ti sóli-
ta. Y como tu amiga nada, no la digas nada.
(Quiere abrazarla de nuevo.)
Ber. Vamos, señor; formalidad.
Rey Anda, dame otro granito, Bertinita.
Ber. Bueno; pero éste os le voy á tirar, á ver si
acierto, en la boca. ¿Queréis?
Rey l>o que te dé la gana, riquita. (suben ai centro
de la escena uno frente á otro; Bertina de espaldas á
la puerta de entrada.)
Ber. Abrid la boca y cerrad los ojos.
Rey ^ oy- Procura no darme en la campanilla,
no vaya á entrar el Ujier.
^Ber. (Disponiéndose á lanzar el grano.) Cerrad los ojoS,
no os dé sin querer. (e1 Rey abre la boca . y cie-
rra los ojos, quedando en postura un poco grotesca.)
¡A la una!... ¡A las dos!... (Ruido en la puerta de
entrada.) ¡Uy; gente! (Vase corriendo por la dere-
cha.)
ESCENA VIII
El REY, REVERENCIO y luego el PRÍNCIPE OVILIO
por la derecha
(Continuando en la misma postura.) ¡Anda!... Ven-
ga ya...
(Entrando y ocupando el lugar de Bertina.) ¡Scñor!
( Con los ojos cerrados y abriendo la boca en los in-
tervalos de las frases.) Anda ya... tira...
(Aparte.) (¡Qué dice!... ¡qué hace!) (Mas alto.)
¡Señor!
Bey
Rev.
Rey
Rev.
— 20 —
' Roy (ATjriendo los ojos y. dado un salto hacia atrás.)
¡¡Eh!!.,. ¿Quién? ¡¡Reverencio!! ¡¡Tú!!
Rev. Humilde vasallo de vuestra majestad.
Rey Pero... ¿eres tú?
Rev. ¿Gs sorprende mi presencia, señor?
Rey ¡Ya lo creo! ¿No has visto que me he que-
dado con la boca abierta? ¿Y qué trae á mi
casa al fiel mayordomo de mi sobrino el
Príncipe Ovillo? (Mirando á todas partes, no dan-
do crédito a la desaparición de Bertina.)
Rev. Anunciares que su alteza acaba de desem-
barcar y espera en la antecámara vuestra
venia para entrar á ofreceros sus respetos.
Rey Que pase; que pase en seguida.
Rev. (En la puerta. Viste uniforme de marino de guerra.)
Altela, su majestad os aguarda.
OviliO (Presentándose. Viste uniforme de marina de guerra.)
¿Me permitís llegar hasta vuestros reales
brazos?
Rey Siempre están abiertos para ti ,
Ovilio (Abrazándole.) ¡TÍO de mi alma!
Rey Siéntate. (¡Que raro: viene naás cariñosa
que nunca!) (Se sientan en dos sillas volantes.)
Ovilio ¿Y qué hay por aquí, tío?
Rey Lo de siempre; Kalcundio en el poder. Ce-
rradas las Cortes, ya ves: el Parlamenta
mudo, el Presidente sordo, el Gobierno cojo,
el pueblo jorobado. ¡Idílico, querido sobri-
no! Apropósito; hace un momento hablaba
de ti con mi y onsejo de ministros.
Ovilio ¿De mi lie? ada?
Rey Eso es; decíamos que la noticia de mi casa-
miento indudablemente te habría disgusta-
do y que tu regreso...
Ovilio Señor; antes que mi tío sois mi Rey, y,
cualquier acto vuestro, debo acatarlo y
aplaudirlo.
Rey (¡Viene desconocido ó trae gallo tapado!)
Ovilio Mi rápido regreso obedece solo al deseo de
felicitaros y de ponerme á las órdenes de mi
nueva soberana.
Rey Pues, la verdad, yo creí que pudieras abrigar
el temor, muy justo por cierto, de que por
mi nuevo estado tu sucesión al trono... Pero
no tengas cuidado; yo ya estoy nada más
para sopitas y buen vino. A mi edad, no hay
reconstituyentes posibles.
-21 ~
Ovilio Mé han asegurado que la Reina es de una
belleza superior á todo elogio .
Rey Hombre, no es ninguna piltrafa, para qué te
voy á engañar.
Ovilio ¿Y cómo os habéis atrevido con una mujer '
de veintidós años?
Rey Perdona: de veintiuno.
Ovilio ¿Qué más da uno que dos?
Rey Antes de casada, no te lo discuto, pero des-
pués, de uno á dos hay mucha diferencia.
Ovilio Fues bien, querido tío; aprovechando el
fausto suceso, os pido una gracia.
Rey Concedida de antemano. ¿Cuál es?
Ovilio Que me restituyáis en mi antiguo cargo de
jefe superior de Palacio.
Rey Pestituído.
Ovilio Pero recabo de vos amplios poderes para
poder ejercer mi autoridad desde este mis-
mo momento.
Rey Por de contado.
Ovilio Gracias.
Rey (Levantándose. Reverencio coloca las sillas en su si-
tio.) Y ahora voy á prevenir á tu tía y á dar
las órdenes necesarias para los festejos que
quiero se celebren en honor de los guardias
marinas. Una cacería... una recepción... un
revoco general de fachadas... Ya estudiaré la
forma. Adiós, querido sobrino. (Le abraza.)
Ovilio Adiós, señor.
Rey (Haciendo mutis por la primera izquierda.) No es-
peraba tanta humi dad. ¿Qué se traerá éste?
(Mutis )
ESCENA IX
OVILIO y REVERENCIO
Ovillo ¿Has oído?
Rev. He oído.
Ovilio Pues bien, mi querido Reverencio, es pre-
ciso que me digas con qué objeto me has
impulsado á pedir á mi tío la jefatura de
Palacio y los más omplios poderes para ejer-
cerla.
.Rev. Lo vais á saber. Mi sueño dorado de servi-
dor leal, era veros ocupando el trono glorio-
so de Risalia, y la imprevista boda do vues-
tro tío, echa por tierra esta ambición.
Ovillo Pero es que supones...
Rev. De que el Rey, vuestto augusto tío, tenga
una aucesión legítima, no abrigo grandes
temores, y aunque la Reina es una princesa
virtuosa y recatada, da la fatal coincidencia
que toda la servidumbre masculina de ir' a-
lacio, es de una belleza verdaderamente-
alarmante, y, creedme, señor; nunca fué de
prudentes colocar el fuego junto á la estopa.
OvIÜO ¿Qué dices?
Rev. Lo que oís, señor. Los dos Edecanes de la
Reina, son dos porcelanas de Sajonia; los-
Ayudantes de la Cámara, arrebatadores
Narcisos; los pajes, lindos y perfumados, y^^
en fin; ¡hasta el marinero encargado en el
lago de las barcas de pesca, es bonitol
Ovilio ¿Pero es posible?
Rev. Vais á convenceros. Voy á llamar á dos
simples Ujieres para que juzguéis, (va á la ,
puerta de la derecha y llama. ) ¡Silfidio! ;Linderiol
Venid un momento.
ESCENA X
DICHOS y dos UJIERES, que iio es ninguno el de las primeras €sce-
nas, aparecen por la derecha los Ujieres (hombres) que arrebatan '
de belleza
Los dos ¡Señor! (saludo.)
Rev. El Príncipe desea conoceros.
Los dos ¡A las órdenes de vuestre alteza!
Rev. (Aparte á Ovilio.) ¿Qué tal?
Ovillo (ídem.) (Caramba: ¡son preciosísimos!) (Alto.)
Podéis retiraros.
Los dos ¡Señor! (saludan y se van.)
Rev. ¿No os lo dije? Pues á esos los tienen en la
antecámara por feos. ¡Calculad cómo serán
los demás!
Ovilio ¡Demonio! ¿Y tu plan?
Rev. ¿No lo adivináis todavía? Rodeada la sobe-
rana de tanto bibelot, el peligro es induda- ;
— 23 —
ble, pero siendo vos jefe de Palacio, este pe-
ligro desaparecerá.
Ovillo ¿Por qué?
Rev. Porque toda esta servidumbre de Adonis y
Narcisos, si queréis seguir mi consejo, debe
ser substituida en el acto por otra de esper-
pentos.
Ovilio Sí, sí; tienes razón, Pero dime: ¿dispones tú
de la cantidad de feos necesaria para cubrir
todos los servicios de Palacio?
Rev. ¡Y me sobran! ¿No veis que desde que con-
cebí mi plan, no ha habido bizco, chato, na-
rigudo, ni defectuoso, que yo no reclutara?
Dentro de un minuto , todos estos prodi-
gios de belleza, serán substituidos por una
colección de calcomanías espantables.
Ovillo Pues á ello. Manos á la obra y así podremos
decir que «sólo un hijo de mi tio», debida-
mente contrastado y garantizado, me quita-
rá la corona. Vamos por tus feos, (vanse ios
dos por la derecha.)
ESCENA XI
ESTEROLICIA, AMALIA y ADELIA por la segunda izquierda, se-
guidas de tres alabarderos (mujeres). Son tres infantas, hermanas de
ta Reina; mujeres ridiculas v excesivamente feas. Salen al compás de
la música. Detrás de cada una va un alabardero, que las seguirá é
imitará en sus movimientos, acompañando el cantable con golpes de
alabarda, según se indica en la partitura. Las tres usan impertí-^
nentes
Música
Adelia Adeha Finatelia \
de Ham burgo y de Vitelia,
duquesa de Cebú.
Amalia Amalia de Risalia,
marquesa de la Dalia,
condesa de Tolú.
Est. Esterolicia de Rubicón.
Las tres Las tres, infantas somos
de la nación. (Golpes y evolución.)
— 24 ~
Distinguidas, elegantes,
partidarias del escote
y enemigas decididas
de la falda yuc-culote.
Aunque hay muchos cortesanos
que están siempre, .á todas horas,
viendo á ver cuando distinguen
un culote en ]as señoras,
nosotras imponemos
la dernier cri,
y no hay esteplinchas
■. ni golf sin mí. (Golpes y evolución.)
Fíjese que cacJiet,
en el modo de mirar
y fen el modo de llevar
la tiialé.
Fíjese, fíjese
que modales al andar
y en la forma de posar
— el pie.
Pues á pesar de esta tualé
y de este modo de posar el pie,
ni un hombre nos ha dicho
por ahí se pudra usté, ■
y, la verdad ,
no sé por qué.
(Evolución y tres golpes finales.)
Hablado
Adelia Podéis retiraros, escultóricos guardias.
Amalia Esperad ahí fuera, que ya os llamaremos,
gentiles alabarderos.
Est. No alejaros mucho, primorosos vigilantes.
(Los tres alabarderos saludan y hacen mutis por la
derecha. Bis en la orquesta.)
Adelia Pero ¿habéis visto qué belleza de hombres?
Amalia ¡Son de una hermosura inquietadora!
Est. Mareante. Como la de toda la servidumbre
mascylino-palatina. ¡Cuánto hombre guapo!
¡Ya es demasiado! Porque yo os juro, queri-
das hermanas, que desde que vivo en pala-
cio, mi vida, ante tanta belleza varonil, es
un dulce tormento.
Adelia ¡Como la mía!
Amalia ¡Pues y la mía!
Est.
Adelia
Amalia
Est.
Las dos
Est.
Adelia
Est.
Amalia
Adelia
Est.
¡Y es natural! Tres mujeres jóvenes con tres
corazones como tres cráteres de tres Vesu-
bios en tres erupciones y las tres sin que
nos salgan tres príncipes que nos digan tres
tonterías. ¡Qué triste es esto!
¡Desconsolador!
Y decidme: ¿habéis visto por casualidad al
sobrino del rey, nuestro cuñado, el príncipe
Ovilio de Bramante?
Yo le he visto.
(Con ansiPdad.) ¿Y qué tal eS?
¡Bellísimo! ¡Un ensueño! Nos hemos cruzado
en una galería, me ha hecho una reverencia,
yo le he dicho «adiós, Ovilio», y me he que-
dado devanándome los sesos para discurrir
cómo le atraería.
¡Oh, si pudieras casarte con él!
Desde que supe su llegada, esa idea es mi
pesadilla. ¡Casarme con un príncipe! ¡Ver
nuestra nobleza aumentada y sostenida por
un Bramante! ¡¡Ojalá!!
Tiende tus redes.
Espesa la malla y que no se te escabulla.
Callad, el doctor Astenio llega. Ahoguemos
nuestras pasiones en una elegante frivoli-
dad.
ESCENA XII
DICHAS. M DOCTOR ASTENIO. Después TRES ALABARDEROS
(hombres) y un UJIER
Ast. (saliendo primera izquierda.) ¡AltCZas! (Reverencia.)
Est. ¡Querido galeno! ¿Dónde vais?
Ast. A dar el parte de Su Majestad.
Amalia ¿Cómo sigue el rey?
Asi ¡Estacionario! ¡Débil! ¡Flojísimo! Lo peor es
la falta de apetito Para ver si se lo abrimos,
vamos á ensayar un nuevo específico: «La
Heliogabalina» ¡Está haciendo milagros!
Se come con él hasta en las fondas de las
estaciones-
Adelia ¡Qué prodigio!
Ast. La salud es la gana de comer. ¡Gana!...
¡Siempre gana! Es mi lema, (a Estoriiicia ) Y
— 26
Est.
Ast.
Est.
Ast.
Est.
Ast.
Amalia
Ast.
vos, princesa: ¿cómo vais de vuestras do-
lencias?
Est. Mal; muy mal. Siguen los insomnios; me-
dan mareos... ahogos... Cuando estoy más-
descuidada, parece como que me cogen...
Yo no sé qué es esio.
Ast. ¡Gana! ¡Siempre gana!... Gana de comer es-
lo que os hace falta. Ensayaremos también
con vos la «Heliogabalina». Y desde luego
no me abandonéis los baños tónicos que o&
tengo ordenados: los baños de sol. |Ultima
palabra de la terapéutica moderna! ¿Seguís
tomándolos?
Como me los mandásteis; ya llevo cinco.
¿Tres horas al sol?
Tres horas al sol.
¿Y no encontráis alivio?
Ninguno.
¡Es raro que no os hagan efecto los baño»
de sol!
Os advierto, doctor, que para tomarlos se
lleva una sombrilla.
¡Acabáramos! Entonces hacéis lo que Su
Majestad, que toma las duchas con imper-
meable; lo cual es como el que tiene reuma
y se da una untura en el pardesus. ¡Eso es.
desacreditar la ciencia! En fin, con vuestra
permiso me retiro. ¡Altezas: rendido á vues-
tras órdenes' (^Saluda y yase por la primera de-
recha.)
Las tres Adiós, doctor.
Est. Y ahora nosotras satisfagámonos contem-
plando la belleza de nuestros servidores.
(IJamando desde la puerta de la derecha.) BelloS:
guardias, venid. (Aparecen por la derecha tres
Alabarderos feísimos, horribles.)
Las tres (Retrocediendo asustsdas.) ¡JcSÚs!
Amalia ¡Santo Dios!
Adelia ¿Qué es esto?
Est. ¿De dónde han salido estas alimañas?
Amalia ¿Quienes sois?
Alab. 1 Los nuevos servidores de Vuestras Altezas.
Adelia Pero ¿y los otros?
Alab. 1.0 Acaban de ser destituidos por el actual jefe-
superior de palacio, príncipe Ovillo.
Est. Pero es que no hay quien pueda obhgarme.
-. 27 -
á mí á variar de servidumbre sin mi aquies-
cencia.
Acatamos altas órdenes, señora.
¡Son tres chuchos!
¿Cuál es mi alabardero?
Servidor, señora.
¡No!... ¡quiá! ¡Yo no tolero esto! ¡A mí no
me hacen un feo como éste! Voy á llamar al
ujier que avise al rey. (Hace sonar el timbre que
hay sobre la mesa. Entra por la^ primera izquierda ua- ,
Ujier, que es otro chucho, más feo aun que los ala- '
bardero&.)
(Entrando y haciendo una reverencia.) ¡Alteza!
(Retrocediendo.) ¡Horror!
¿Queréis que llame al paje? ■
¡No: que va á salir un fox -terrier! Ya pon-
dremos esto en claro. Tal arbitrariedad le
costará muy cara á quien la haya cometido. :
¡Pero muy cara!
¡Señora! (saluda y vase por donde entró )
¡¡Pero qué cara!! (por ei ujier.)
(Mirando hacia la izquierda.) NuCStra hermana
llega.
ESCENA xrii \ :
DICHOS. Por la primera izquierda, la REINA, ARNOLDO, RIGO DE'
ALBIÁN y DAMAS. Por primera derecha otras damas, CABALLE-
ROS, DIPLOMÁTICOS, GUARDIAS DE PALACIO, (seis señoras uni-
forme distinto á los Alabarderos) el PRÍNCIPE OVILIO y REVE-
RENCIO, y, por último, el DOCTOR ASTENIO. Quedan todos ocu
pando la escena; la Reina y sus hermanas en el centro; el Doctor,
Rigo y Amoldo á ambos lados de la Reina y Ovillo y Reverencio
aparte y hacia la derecha. Las Damas que siguen á la Reina hacia la
izquierda; la corte formando semicírculo y los Guardias de Palacio ';
al fondo. Las puertas quedan guardadas por los tres Alabarderos
«feos» y el Ujier. Rigo de Albián trae en la mano un hermoso ramo .
de claveles i
Música
Est. ¡Qué figura, la figura
que posee nuestra hermanal
Adelia ¡Qué delicia de criatura!
Alab. 1.0
Amalia
Est.
Alab. 1.0
Est.
Feo
Adelia
Amalia
Adelia
Est.
Feo
Est.
Amalia
28 —
(Amalia jEs realmente soberana!
Est. Hasta los gestos
son señoriales,
y hasta las formas
son formas reales.
ASt (Aparte.)
Yo no la puedo
mirar de frente,
porque me quedo
casi inconsciente.
Rrgo j Señora:
Arn. ] lo mismo antes nue ahora
juramos que es verdad,
que estamos á las órdenes
de Vuestra Majestad.
Todos Que estamos, etc. '
Higo ) Una mirada es un mandato
. Arn. ) que cumplir;
' un ademán es un deseo
que servir.
i Lo más nimio, lo más raro,
lo que sea mándenos,
que vivimos y alentamos
y pensamos solo en vos.
Heina ¡Qué servidores!
¡Qué frenesí!
¡Están pendientes
solo de mí!
Nunca creyera
tanta lealtad.
¡Qué suerte tiene
mi Majestad!
Los dos Una mirada es un mandato.
Reina Ya lo sé.
Los dos Un ademán es un deseo.
Reina Bien se ve.
Los dos Lo más nimio, lo más raro,
lo que sea...
Reina Basta ya.
Con qué ciegos servidores
'■ cuenta aquí mi Majestad.
— 29
(Aparte.)
No perdáis detalle.
, No tengas cuidado.
Ahora por lo pronto
ya habréis observado.
No te preocupes,
yo sabré vencer.
Dentro de un momento
no habrá que temer.
Soberana, soberana,
de la tierra Risaliana;
soberana me miré,
soberana y quien creyera
que de amores se rindiera
. todo el hombre que me ve.
Me desean al hablarme,
me codician al mirarme
sin saber disimular.
La lisonja suena á flores,
la palabra suena á amores
y hasta miran sin mirar.
Soberana, soberana,
de la tierra Risaliana,
bien ganado tiene el trono
esa espléndida beldad.
Ya estoy harta de homenajes,,
reverencias, vasallajes,
y promesas de lealtad.
Fuera los admiradores,
fuera los aduladores
que pregonan mi beldad,
Todo aquel que me rodea
piensa solo en una idea
que la oculta por temor.
Todos sueñan con lo mismo -
y me fingen servilismo
por llegar hasta mi amor.
Soberana, soberana^
etc., etc.
- 30 —
Hablado
Reina (a ovmo.) ¿Conque jefe superior de palacio?
Muy bien, muy bien; complacidísima.
Ovüio Y yo satisfecho de honor tan grande, que al
par que me honra me produce la alegría de
estar cerca de Vuestra Majestad, encantado-
ra tía.
Beina Eres deliciosamente amable, Ovillo, (se sepa-
ran; la Eeina habla con sus hermanas y Ovilio con Re-
verencio.)
Ovillo (Aparte á él.) ¿Qué tal. Reverencio^
Rev. La servidumbre baja ya es toda nueva; aho-
ra de la alta habéis de encargaros vos.
Ovillo Descuida.
RigO (a la Reina, que se aproxima á él.) Señora: loS
claveles que os he prometido. (Le entrega ei
ramo que lleva en la mano.)
Reina (Tomándolos.) ¡Pero, Oonde: sois Verdadera-
mente encantador! ¿Cómo este prodigio?
¡Traerme fuera de tiempo flores que no son
de estufa!
RÍQO (Apasionadamente, aunque respetuoso. ) Fuera pro-
digio desearlas vos y que' yo no las trajese,
señora. (¡Cada día está más bella!) (siguen en
voz baja.)
Rev. (Aparte á Ovilio.) ¿Lo vió Vuestra Alteza? ¡Le
ha dado unas flores.
Ovillo Ya lo he notado.
Rev. Y para una mujer joven, ese pollo es de un
rubio que no pierde.
Ovilio (Ahora verás ) (Alto, aproximándose á Rigo.) Con-
de; perdonad un momento. (La Reina vuelve
con sus hermanas.)
Rigo A vuestras órdenes. Alteza.
Ovillo ¿Me queréis decir qué cargo ocupáis en la
corte?
Rigo Ayudante á las órdenes de la Reina, Alteza.
Ovillo Está bien. Pues como jefe superior de pala-
cio, he pensado que ocupe ese puesto el ge-
neral Marconi. •
Rigo (í,Tan anciano?
Ovillo Es el premio á cincuenta años de servicios.
¡Lamento vuestra contrariedad, pero...!
31 —
|{iuo Está bien, Alteza; á vuestras órdenes. (Aparte,
haciendo mutis por la derecha. ) jMe aleja de
ella!... ¡Me mata!)
Arn. (Aparte.) (¡Oh, fortuna!... ¡me quita un rival
de en medio!)
Heina (volviéndose á él.) Teniente Amoldo.
Arn. (Acudiendo presuroso ) ¡Señora!
Reina Seguid contándome vuestro sueño de ano-
che; ¡era tan interesante!...
Arn. Pues nada, señora: soñé que yo, robándole
á un ángel las alas en una loca ambición de
amor y de gloria, empecé á subir... á subir
por una escala, á cuyo final, muy lejana, se
veía aguardándome la silueta de una mujer
divina! ,
Reina ¿Y no la conocíais?
Arn. Estaba tan alta, que sólo pude averiguar
que era una mujer coronada... coronada de
estrellas, no tan brillantes como sus ojos.
Reina ¡Qué loco sueño!
Arn. Ella me gritaba: «No subas, pero yo perma-
necía sordo á su ruego y seguía mi ascen-
sión; «no subas»,~repetía, -y yo siempre
sordo...
OviiiO (üándoie un gnlpecito en el hombro.) Teniente.
Arn. ¡Señor!
Ovilio Tengo que deciros...
Arn. Que queda suprimido mi cargo; ¿no es eso?
Ovilio En efecto. Y dada vuestra perspicacia, os
nombro agregado militar da nuestra emba-
jada en Rigonia; seréis un gran diplomático.
Arn. (Aterrado.) ¡En Rigonia! ¡A quince días de na-
vegación!
Ovilio Con buena mar, catorce y medio.
Arn. A vuestras órdenes, (naciendo mutis por la dere-
cha.) (¡Me ha destrozado!)
Reina Pero, ¿qué haces con mis ayudantes, queri-
do sobrino?
Ovilio Proporcionarles cargos, donde su brío y pu
janza tenga más adecuado empleo.
Reina ¿Y en su lugar?
Ovilio Descuidad: los más bravos generales del ejér-
cito Kisaliano, ocuparán sus puestos, (se se
paran. Ovilio se dirige á Reverencio.) ¿Qué te pa-
rece?
Rev. Muy bien, Alteza; muy bien.
— 32 —
(Aparece Rigo por la derecha con uniforme de Gentil-
hombre.)
Ovilio ¡Calla!... ¡El Conde Rigo con otro uniforme!
Rev. Y que éste le favorece mucho más. ¡Está pe-
ligrosísimo!
Reina (Deteniendo á Ovilio, que avanza.) ¿Qué eS eSO?
¿Qué uniforme lleváis, querido Conde?
Rigo El de mi segundo cargo.
Ovilio ¿Cómo?
Rigo Sí; además de Ayudante, soy Gentil-hombre
al servicio inmediato de la Reina.
Ovilio Es que también he pensado en cubrir ese
puesto, de modo que desde este momento
quedáis (¡estituído de la ñamante gentileza.
Rigo Está bien. (Saluda y hace mutis por la derecha )
Reina (volviendo á acercarse á Ovilio.) ¿SabeS, SobrinO,
que preparamos grandes fiestas en honor de
tus guardias marinas?
Ovilio Algo me han dicho.
Reina El regreso del barco ha causado una alegría
general, sobre todo entre las damas de pala-
cio. La mayoría de ellas tenían á sus novios
en viaje de instrucción.
Ovilio Lo comprendo.
Reina (a las Damas.) Vamos á mi cámara y allí ulti-
maremos los detalles. Quiero tenerlo todo
preparado para cuando esa brillante juven-
tud alegre estos salones con su bullicio y
arrogancia, (bís en la orquesta y hacen todos mutis
por donde salieron, quedando sólo en escena el Prínci-
pe Ovilio y Reverencio.)
ESCENA XIV
PRÍNCIPE OVILIO y REVERENCIO. Después el CONDE RIGO DE
ALBIAN
Rev. Ese es el procedimiento, señor. ¡Guerra á los
guapos! No dejéis uno.
Ovilio Ya has visto las primeras bajas. Bueno, ¿y
tú me hiciste la lista de peligrosos de la alta
servidumbre?
Rev. (Entregándole un papel.) Aquí la tengo. EstOS
son todos aquellos con los que á mi juicio,
33 -^^
debe Vuestra Alteza tomar una determina-
ción rápida.
Ovilio ¡Fuera los guapos! ¡Fuera todo el mundo que
no sea de una fealdad subida, repugnante.
ReV. (Mirando hacia la derecha) ¡Cuernoi... ¡El COnde
Eigo con otro uniforme!... ¡Y que viene
hecho un brazo de mar!
Ovilio ¿Pero qué hace este hombre? (Aparece Rigo con
nuevo uniforme: Ovilio le corta el paso. ) ¿Adonde
vais, Conde?
Rigo Señor: que acabo de ser nombrado primer
espolique al servicio inmediato de la Reina.
Ovilio Pero, ¡caramba!... ¿Quién os da tantos des-
tinos?
Rigo Mi tío.
Ovilio ¿Y quién es vuestro tío?
Rigo Montero.
Ovilio ¿Montero?
Rigo Montero Mayor del Rey.
Ovilio ¡Ya decía yo! Pues decidle á vuestro tío, que
quedáis destituido del nuevo cargo y que
siga nombrándoos lo que quiera.
Rigo ¿De modo que no puedo estar al lado de la
Reina ni de espolique?
Ovilio Ni de espolique.
Rev. (¡Y si te pica, que te pique!)
Rigo (¡Resignación!) ¡Alteza! (Reverencia y mutis.)
(¡Voy á ponerme otro uniforme á ver!...)
(Se oyen cañonazos hacia la parte de la bahia.)
Ovillo ¿Oyes? ¡Nuestros cañones! Los guardias ma-
rinas desembarcan y vienen hacia aquí. Co-
rro á ponerm eal frente de ellos (vanse ios dos.)
ESCENA XV
DAMAS DE PALACIO (segundas tiples), por la izquierda. Después
OVILIO y GUARDIAS MARINAS (coro de señoras), por la izquierda
Música
Damas (saliendo.)
¡Por fin llegó el momento
tan deseado!
Por fin llegó el instante
que yo he soñado.
3
— 3t —
Pensando en sus amores
viene el que espero.
Ya llegan los marinos
de su crucero.
(Suben al foro y se asoman al ventanal.)
¡Qué bizarros, qué gentiles
y qué airosos desembarcan.
(cañonazos.)
Ahora el buque los saluda
con las salvas de ordenanza.
¡Hurra! (Agitando los pañuelos.)
Ya forman en el muelle.
Ya vienen hacia aquí.
¡Dios mío, qué alegría
tenerle junto á mí!
¡Hurral
¡Hurra!
(Aparecen por la derecha Ovillo y los marinos; evolu
clonan y quedan frente al público.)
Ovillo Rompan filas. ¡Ar!
(Rompen filas y forman parejas.)
Guardias Esperanza que siempre
llí^vé conmigo,
y como un relicario
guardé en mi alma.
Tú, en ias noches sin puerto
fuiste mi abrigo,
y tú en las tempestades
fuiste la calma.
Damas Yo también he luchado
con los pesares,
y he sufrido en tu ausencia
duro tormento.
Y al cruzar 3n tu barco
los anchos mares,
te acompañaba siempre
mi pensamiento.
Todos La fortuna veleidosa
le
á otras tierras llevó;
me
la fortuna caprichosa
á brazos volvió,
tus me
o dichosa i mi 1 -i^
dichoso y ^ tu ^^-^^
^ 36 —
ha traído la ilusión,
me
y en ^ beso ha palpitado
amoroso el corazón.
Guardias ¡Vida mía!
Qué cosas al oído
yo te diría.
Damas Marinero;
también yo muchas cosas
decirte quiero.
Todos Pensando en ti
soñé de amor
contemplando el ancho mar,
y en mi ideal
se presentó;
mi sueño era el estar
junto á ti.
Ovilio Avante, muchachos,
más no confiar,
que en los mares del cariño
es muy fácil naufragar.
Oid mi canción;
por ella sabréis
lo que es el sufrir
por una mujer.
Yo puse mis amores en unos ojos
que nunca sin turbarme pude mirar;
eran ojos azules como las aguas
del mar.
Yo puse mis amores en unos labios
que nunca con mis labios llegué á juntar.
Eran labios más rojos que los corales
del mar.
Yo he visto que su pecho de rosa y nieve
se agitaba con ansias de respirar,
y subía y bajaba como las olas
del mar.
Y sus ojos tan azules me engañaron
y «íus labios siempre rojos me mintieron,
y en mi pecho sus amores se ocultaron
y murieron.
— 36 —
Todos ¿Qué me importa que naufrague
en los brazos del amor?
Si tus brazos no me faltan
no hay temor.
Que en mi ideal
te presentí;
mi sueño era el estar
junto á ti.
Guardias Ya la corte se aproxima.
Ovilio Listos, muchachos, pronto, á formar;
que para daros la bienvenida
aquí se acerca Su Majestad.
(Forman á la derecha y las Damas forman grupo á la
izquierda.)
ESCENA FINAL
DICHOS. Por la izquierda, el REY, la REINA, ESTEROLICIA, AMA-
LIA, ADELIA, DOCTOR ASTENIO y cuatro ALABARDEROS. Detrás
CABALLEROS DE LA CORTE y AYUDANTES DE SU MAJESTAD,
Por último término derecha, KALCUNDIO, FINANCIO y ARM^NDIO,
seguido de los GUARDIAS DE PALACIO (señoras), y el resto de la
Corte. El Rey viste de uniforme, con banda atravesada; trae de la
mano á la Reina. Avanzan hasta los Marinos
Rey Sed bien venidos, (saiudo.)
Reina Sed bien hallados. (ídem.)
Est. Son todos ellos
muy agraciados.
Rey ■ La Corte, tan fausto suceso
quiere celebrar.
Todos Es muy natural.
Rey Y yo he lanzado varias ideas
que no son feas,
y de mis labios vais á escuchar.
Yo he pensado que en palacio se dé un lonch.
Todos Loncll. (Hablado y con voz grave.)
Rey Y que el lunes haya un gran stiplen chas.
Todos Chas, (siempre lo mismo.)
— 37 —
-Rey Y el domingo que se baile un cotillón.
Todos Llon.
Rey Y se obsequie á las señoras con foa-grás.
Todos Grás.
Rey Yo quiero echar el resto
gastando un fortunón.
En fin, yo quiero que esto
sea una estupefación.
Todos El quiere echar el resto,
etc., etc.
Rey También pienso en una fiesta de pistón.
Todos Ton.
Rey Donde rieguen los salones con champán.
Todos Pan.
Rey Y haya bailes y sorpresas y emoción.
Todos Ción.
Rey Mientras tocan mil y pico de sigans.
Todos Gáns,
Rey Yo quiero echar el resto,
etc., etc.
Todos ¡Viva el Rey!
Salud y honor,
felicidad,
para el Rey nuestro señor.
(Evolucionan los Marinos y desfilan ante los Reyes;
FIN DEL ACTO PRIMERO
UlAJLILRlJULBJJUUSJJtflJl^^
ACTO SEGUNDO
CUADRO PRIMERO
La escena representa un trozo de monte de caza con sus piedras y
malezas características. En el foro, ocupándolo casi todo, corpu-
lentos árboles que cruzan sus ramas y cuyos troncos se hayan
muy próximos unos á otros. En el centro, hacia la izquierda, una
I peña practicable, más alta que las demás y desde la cual se supo-
ne que se domina el paisaje que se encuentra al otro lado. A la
derecha, en segundo término; al pie de un árbol, un tronco en
forma de banco. La peña grande tiene desembarque á la escena,
por ambos lados. La acción de este cuadro empieza á la caída de
la tarde. Son paso para la escena todos los términos.
ESCENA PRIMERA
BERTINA, MARINELA y EFRONTA, por tercera derecha
Salen corriendo y riendo. La primera trae una sábana grande colga-
da al brazo
Hablado sobre la música
Ber. (saliendo ) ¡Ja, ja, ja! ¿Vienen?
Mar. (Mirando hacia dentro y con alegría.) Han perdi-
do nuestra pista.
Ber. Fijaos bien.
Efro. No, no vienen; [si son unos torpes!
Mar. Oye. Bertina; ¿y no será una imprudencia
40 —
bañarnos hoy con tanto señorón de caza?
(Avanzan al proscenio.)
Ber. ¿Por qué? Ya está cayendo la tarde; la cace-
ría acabará en seguida. No seáis tontas y
vamos á nuestro baño. Hoy me tocaba á mí
traer la sábana y no os podéis quejar, ¿eh?
(Mostrando la sábana.) ¡De matrimonio con hi-
jos!...
Msr. (corriendo á mirar hacia la derecha.) ¡Espera, es-
pera!
Ber. ¿Qué?
Mar. No... nada; me pareció que eran los mozos
que nos han seguido.
Ber. Sí; lo que es hoy, si van á la saucera, buen
chasco se llevarán. ¿Vamos?
EfrO. ¡Al agua! (Después de mirar si las persiguen, des-
aparecen bulliciosamente por última izquierda.)
ESCENA II
El REY, KALCUNDIO, FINANCIO y ARMANDIO, por la segunda
izquierda, vestidos con trajes de cazadores. Llevan escopetas y salen
explorando el terreno, con pasos á compás y cómicamente, para que-
dar frente al público en fila y las escopetas apoyadas en el suelo,
dando un golpe con el último acorde
Cantado
Todos El terror de los palomas,
el pavor de las perdices,
y el espanto de las coco...
de las coco... codornices;
el asombro de las liebres,
el non-plus de los conejos,
y el requiescan-cantinpace
de aguiluchos y vencejos.
■ Lo que salte, lo que brinque,
lo que corra, lo que vuele,
si le apunto dos segundos
escapárseme no suele;
jabalí al que pongo cerco,
jabalí que cae en el lazo:
más que azote de la caza
somos casi un azotazo.
(Recorren la escena como á la salida.)
— 41 ^
Rey Si le tiro parado á un conejo...
Los tres No queda ni el pellejo.
Rey Si me sale una tórtola sola.
Los tres De un tiro la atortola.
Rey Y si el ave es de lar de rapiña.
decidme, ¿qué sucede?
Los tres Que la diña.
Rey Yo nunca marro
ni me confundo,
mato seis ciervos
en un cuarto de segundo,
y es el punto de mira
de mi escopeta,
un billete de eslipin
pa el otro mundo.
Los tres Yo nunca marro,
etc., etc.
Rey Si me sale volando un mochuelo.
Los tres Volando cae al suelo.
Rey Si me salta ligero un cuclillo.
Los tres Se entrega el pobrecillo.
Rey Y si á un corzo distingo que brinca,
decidme, ¿qué sucede?
-Los tres ¿Qué? ¡La hinca!
Rey Yo nunca marro,
^ etc., etc.
Hablado
Kal. ¡Oh, qué día tan espléndido de caza!
Arm. Yo no puedo quejarme; he cobrado setenta
y ocho piezas.
Fin. ¿Y Vuestra Majestad?
Rey Yo, ya sabéis que apenas cobro; mis tiros
son poco certeros. ¡Lo de esta mañana fué
una desgracia.
Arm. ¿Qué pasó á Vuestra Majestad?
Rey Pues nada: que me salió un conejo por en
tre unas peñas á la altura de mi cabeza; le
apunté, disparé y le rompí un ala... (moví-
— 42 ~
miento de extrañeza en todos.) al SOmbrerO del
señor Presidente, con tal fortuna, que no le-
dió un solo plomo en el cuero cabelludo.
Kal. (Aparte á los otros.) (¡Si llego á tener la cabeza.
un centímetro más alta, hay crisis.)
Rey Hombre, ¿qué pájaro sería ese último qua
le tiré cinco tiros y como si no?
Fin. Señor, era un cuco.
Rey Debí figurármelo: comer de las cosechas del
Rey y no alcanzarle los tiros... jun cuco te-
nía que ser! Bueno: si os parece, podemos,
tomar un tente en pié.
Kal. Muy bien pensado.
h ey Venid. Probaremos un jamón selecto y un
vinillo de las cepas de esta posesión, como
no hay otro en Éisalia.
Kal. ¿Y dónde lo tenéis, señor?
Rey ¡Ah; ese es mi secreto! Ya veréis, ya veréis.
Venid, venid.
Kal. Seguimos á Vuestra Majestad, (vanse por pri-
mera derecha.)
ESCENA III
MOZO 1.**, MOZO 2.° y MOZO 3.*'
Salen tercera izquierda, ocultándose entre los árboles y riendo, y
^ayendo cada uno un bulto de ropa, viéndose que son prendas de-
mujer. Son tres lugareños
Mozo 1.0 Oye: ¿estás seguro de que la Bertina no te
vió coger la ropa?
Mozo 2.0 ¡Qué había de verme! La estaba echando
agua la hija de la Fermina y ella chillaba y
se reían las dos á tóo reir y no se fijaron
en na.
Mozo 3.0 Pues yo me aproveché de un momento en
que la Efronia se estaba secando con la sá-
bana.
Mozo l.o (Riendo.) ¡Miá que cuando salgan y se encuen-
tren sin la ropa! ¡Creían que se habían bur-
lao de nosotros!
Mozo 2.0 Ahora, en castigo, dejamos la ropa detrás
de la fuente grande y las corremos por ta
el monte.
— 43 —
Mozo 3.0 ¡Eso, eso! ¡Miá que es una broma graciosaf
¿eh?
Mozo l.o Bueno; pero de esto, ni una palabra á mide.
Mozo 2.0 Claro que á naide. ^
Mozo 1.0 Pues vamos. Lo que es esta vez, no se me
pone moños la remilgá de la Bertina. (vanse
riendo por la tercera derecha.)
ESCENA IV
Por la segunda izquierda, sale la REINA con traje y escopeta de-
caza, seguida de los AYUDANTES 1." y 2.", dos generales viejos y
derrengados, que andan apoyándose en bastones-muletas; visten de
uniforme y traen escopeta de caza, morral, canana, etc. El primero
trae una gran trompa de caza cruzadaen bandolera. Tras ellos vienen
ESTEROLICIA, AMALIA, ADELIA y el PRÍNCIPE OVILIO, trajes
de caza y escopeta; REVERENCIO, como en el primer acto y cuatro
ESCOPETEROS, de casaca roja, calzón blanco, bota de montar y
gorra de terciopelo, con escopeta, canana, trompas y piezas de caza,
variada. Son excesivamente feos
Feina (Enfadada, á los Ayudantes.) ¡VamoS, Señore»
ayudantes, por Dios! ¡Hagan un esfuerzo,
que el Rey se nos ha adelantado!
Ayud. 1.0 Señora, no me es posible correr más. Hága-
se cargo Vuestra Majestad, ¡son ochenta j
seis años... ¡y la mar de arreos!
Ayud. 2.0 (viene jadeando.) ¡Ay, DioS mío!
Reina ¿Qué os pasa, general?
Ayud 1.0 Nada, señora, que yo no puedo con la trom-
pa, ea. ¡Darme este trompazo á mis años!
Reina Pero, (itan cansados están ustedes, genera-
les?
Ayud. l.o Este general, en particular, no puede con su
alma. (Pasan y se sientan en el tronco de la dere-
cha.)
Reina Y qué tal, hermanas, ¿cómo se ha dado la
caza?
Amalia Muy mal; llevando esos escopeteros, la caza-
huye á dos kilómetros; lo he observado.
Est. Como que yo se lo he dicho á estas: con esaa
caras, descastan el monte, ya lo veréis.
Ovilio Pues no son tan feos.
Reina Ea, señores, pronto se hará de noche y nos
— 44 —
hemos distanciado bastante del Rey; mar-
chemos en su busca.
Todos Marchemos. (Vause todos por la segunda derecha,
oyendo á poco carcajadas entre los que se alejan.)
ESCENA V
Por la segunda izquierda, aparece RETAMA, en mangas de camisa,
guarda bastante viejo, con bandolera y sombrero con escarapela,
bocina y escudo real Luego el HEY, por la primera derecha
Retama sale con precaución, mirando a todas partes. Lleva en la
mano una cayada y atado en la punta de la misma un pañuelo blan-
co. Avanza hasta el proscenio en la forma indicada, mira *á la dere
cha, da muestras de haber divisado el grupo de personas que acaba
de salir, se encarama sobre la peña alta del fondo, enarbola el palo
con ei pañuelo y lo agita en el aire de izquierda á derecha y de de-
Techa á izquierda, vuelto de espaldas al público. En esta faena le sor-
prenderá el Rey, que sale por la primera derecha
J?ey ¿Dónde estará la?... ¡Eh!... ¿qué hace este
montaraz?... ¿Estará ojeando vencejos? (se
• . . - acercad la peña y toca á Retama con la escopeta.)
¿Qué haces, buen hombre!
f?et. (Volviéndose y quedando aterrado.) ¡¡El Rey!! (Se
quita el sombrero y deja de hacer señas.)
f?ey Ponte, ponte el sombrero; me chocó verte
agitando ese palo con el pañuelo y me he
preguntado: ¿qué hará este buena pieza?
Rq\. (Bajando de la peña, por el desembarque de la iz-
quierda y avanzando los dos al proscenio. ) Señor...
era un asunto...
Rey ¡Ah, vamos: estabas ventilando un asunto!
¡No deja de ser curioso! ¿Y qué era, qué
era?
Ret. Señor, no debía decirlo, pera puesto que
Vuestra Majestad me manda...
Rey Ya te he dicho que has picado mi curiosi-
dad; conque habla.
Ret. Pues nada, señor; que venía yo por la orilla
del río, como á un tiro de escopeta de la
saucera, cuando al pasar por los encinares
de la derecha, oigo unas voces que me gri-
tan: «¡Tío Retama, tío Retama!» No me
asusté, porque las voces eran frescas y ati-
— 46 —
plás, vamos, voces de muchachas. En esto^
me voy pa el «Encinar» y oigo que me di-
cen: «¡ Xo!... iNo se acerque usté ó le tira-
mos piedras!» — ¿Por qué?, les grito. — «Pues
poique.,, porque...» (Dudando y dando vueltas
al sombrero entre las manos.) Y me dijeron Una
cosa que... francamente...
Rey Repítela.
Ret. Es que estoy buscando la torma de decírse-
lo á Vuestra Majestad con alguna decen-
cia.
Rey No te preocupes; tú dime la verdad, com-
pletamente desnuda.
Ret. Pues... ¡«No se acerque, ¡me gritaron, por-
que estamos completamente... como la ver-
dad...»
Rey ¡Hola! ¿Desnudas? (Mirando hacia la izquierda.)
Ret. Sí, señor. Son tres hijas de unos compañe-
ros; se estaban bañando y unos mozos les
han quitado la ropa.
Rey ¡Bonita acción! ¡Qué villanía!
Ret. Y ya puede figurarse Vuestra Majestad; me
suplicaron que viniese delante y que si veía
gente por el camino que tienen que seguir
pa ir á su casa, les hiciera la seña que ha-
béis visto, pa que no avanzasen. Yo, llegué
hasta aquí, vi un grupo de cazadores y...
¡claro!, les hacía así, (La seña.) pa que no vi-
nieran.
Rey ¡Bien!... ¡Muy bien! Bueno; pues retírate. Y
en cuanto á esas desdichadas, que esperen
si quieren á que se haga de noche y así po-
drán volver á su casa sin ofender á la mo-
ral. ¡Sería una vergüenza que alguien las
viera! (Vuelve á mirar.)
Ret. ¿Me manda algo más Vuestra Majestae?
Rey No; nada. (Retama, atraviesa, ijara hacer mutis por
la derecha.) ¡ Ah!, Oye, apreciable rústico. (Reta-
ma se detiene.) ¿Dices, quc habías convenido
con ellas, en que así, (imitando el movimiento
que hacía Retama con la escopeta.) era para que
no viniesen?
Ret. Sí, señor.
Rey Bueno... y., para que viniesen, ¿habías con-
venido algo?
Ret. Pues, pa que viniesen, me han dicho que
— 46 —
moviera el pañuelo de atrás, alante; así,
(lo hace ) coHio diciendo: «Venid, chicas; ve-
nir.»
Rey ¡Muy bien!... ¡Es ingenioso! Pues anda; anda
con Dios.
Ret. Bueno, señor. (Vase segunda derecha.)
ESCENA VI
El REY. Luego el PRÍNCIPE OVILIO
f?ey Tres aldeanas, jóvenes, fragantes, que esta-
ban bañándose... y les han quitado la ropa...
(Mira á todos lados, saca un pañuelo blanco y lo ata á
la punta del cañón de la escopeta.) ¡Ni Una pala-
bra más! (tíe sube á la peña y comienza á agitar
el pañuelo de atrás a adelante.)
OvilíO (Saliendo segunda derecha, y quedando parado al ver
la actitud del Rey.) ¿Qué hacc mí tío? ¿Estará
secando el pañuelo? (Acercándose á la peña y to-
cando al Rey con la escopeta, como él hizo antes con
Retama.) ¡¡Tío!!
fiey (volviendo sorprendido y aparte.) (¡Demonio!...
¡Este me va á fastidiar!) (Alto.) ¡Hola, Ovillo!
Ovilio ¿Sería impertinente preguntaros qué ha.
ciáis?
fiey (Aparte.) (¡Y csas que van é venir!... Les diré
que no vengan.) (Agitando la escopeta de derecha
á izquiérda. ) Pues nada, querido sobrino; que
los mosquitos no me dejan parar. ¡Hay Una
verdadera plaga! (¿Me habrán entendido?)
(sigue agitando.) ¡Mira, mira qué nube. ¿No los
ves?
Oviüo Sí, sí; pero, por Dios, no os molestéis: yo
os los espantaré, (neja la escopeta apoyada en la
peña, y sube á ella por su lado derecho; saca el pa-
ñuelo y con la mano comienza á agitarlo de atrás á
adelante.)
Rey (Deteniéndole vivamente.) ¡No!... ¡hombre, por
Dios!... ¿qué haces?
Ovilio Ayudaros á espantarlos.
Rey Pero, así no, tonto, que van á venir.
Ovilio ¿Cómo que van á venir?
Rey Que van á venir más mosquitos; que los co-
nozco. ¿No ves que vienen de los remansos
— 47 —
del río? Hay que hacerles así, para que se
alejen. (Vuelve á hacer señas de que no vengan.)
Pero, señor; ¿qué más da hacer así (seña ne-
gativa.) que así? (seña afirmativa.)
(Sujetándole el brazo.) ¡Que no, hombre; caram-
ba! No me fastidies, haz el favor. Métete el
pañuelito en el bolsillo, que los mosquitos
de toda esta comarca hay que espantarlos
así. (seña negativa.) ¡Si los conoceré yo que soy
su Rey! (¡Las pobres se estarán haciendo un
lío!)
(Bajando de la peña por donde subió y cogiendo su
escopeta.) Como qu erais. Pues yo venía, por-
que como la Reina está impaciente y os
anda buscando.
¿Buscándome? ¡Pobrecilla! Pues anda, anda;
adelántate tú— porque yo como estoy tan
flojo, no me atrevo á correr — y dile que no
se intranquilice, que en seguidita voy. Vue-
la, vuela.
(Haciendo mutis por donde salió.) No tardéis.
Todo lo deprisa que me permitan mis esca-
sas fuerzas. Anda, anda. (Mutis Oviiio.)
ESCENA VII
El REY. Luego KALCÜNDIO, ARMANDIO y FINANCIO
3Rey ¡Gracias á Dios! ¡Creí que no se iba! Y el
caso es que esas pobres muchachas, con es
tas señas tan contradictorias, estarán per-
plejas. Voy á ver si de una vez las atraigo.
(Se dispone para volver á hacer señas y se detiene sor-
prendido al oir las voces de los Ministros, que se apro-
ximan por la derecha.) ¡Calle!... ¡Gente vien^^!...
¡Atiza!... ¡Los Ministros!.., ¿A qué vendrán?
Me ocultaré (Desciende y hace mutis fondo dere-
cha. Salen los tres Ministros por la segunda derecha
uno tras otro. Traen cada uno su escopeta al hombro
y atado á la punta de cada cañón un pañuelo. Se pa-
ran en el centro de la escena.)
Kal. Tres mozas hermosísimas, fresquísimas, jo-
vencísimas, que estaban bañándose y...
Arm. ¡Es graciosísimo!
€vilio
t)viiio
Rey
üvilio
Rey
— 48 —
Fin. Debemos atraerlas. ¡Una política de atrac-
ción!...
Arnt. ¡Juventud... lozanía!... ¿He dicho algo?
Kal. Yo sólo haré la seña que nos dijo el tío Re-
tama; si ven más pañuelos podrían esca-
marse.
Arm. Usted agite, que cuando usted se canse, agi-
taré yo, señor Presidente.
Fin. ¡Con esta caza sí que no contábamos!
Kal. ¡Caza mayor! ¡Esto tiene todo el saborcilla
de un cuento de Bocaccio!
Arm. ¡Tres ondinas que van á venir al reclamo!
Fin. Agite, Presidente; agite de atrás adelante.
Kal. Vamos allá, (suben á la peña con precaución cómi-
ca y agitan los pañuelos de atrás adelante. Sale el Rey
silenciosamente, sube, se coloca tras de ellos sin que-
le vean ni le sientan y agita el pañuelo de izquierda á
derecha para que no vengan.)
Arm. ( Volviéndose sorprendido.) ¡Éh!
Los tres ¡¡El Rey!! (Apoyan las escopetas en la peña con los
cañones hacia afuera; el Rey desciende de ella y queda
en el lado derecho con la escopeta en alto formando
cuadro. Pequeña pausa.)
Rey Reunidos en Consejo, ¿eh?
Kal. Señor, estábamos aquí espantando...
Rey Mosquitos, ¿verdad? Me lo figuré, y he su-
bido á ayudaros. (Bajan todos de la peña; el Rer
se sienta en el tronco que hay hacia la derecha y los
Ministros de pie.) Aunquc, á dcciros verdad, al
principio creí que la agitación de esos pa-
ñuelos era para atraer á esas pajaritas que
abundan tanto por aquí, y que no sé cómo
se llaman.
Kal. Señor; ignoramos á qué clase de pájaras
pufcda referirse Su Majestad.
Rey Si es que no me acuerdo del nombre técni-
co; pero, en fin, á poca costa, podéis salir de
vuestra ignorancia. Id á buscar la comitiva
de la Reina, y en ella va un guardabosque
que os informará. Se llama Retama, inte-
rrogadle.
KaL No; si la curiosidad no era cosa mayor...
Rey Andad, andad.
Fin. (Aparte á los otros.) (NoS echa.)
Arm. ¿Vuestra Majestad no va á venir?
Rey No; yo me quedo aquí respirando el aire
~ 49
puro, ©xigenándome. ¡Estoy tan flojo... tan
débil!...
Kal. Si queréis que alguno de nosotros os haga
compañía,.. Yo mismo, por ejemplo.
Arm. O yo.
Fin. Oyó.
Rey No; vosotros subid más arriba. Sois un Ga-
binete que necesita airearse. Os recomienda
el Chaparral; es un lugar delicioso.
Kal. Sí; pero está á cuatro leguas.
Rey Pues la «Avenida de los Olmos». ^
Arm. Está á seis.
Rey Pues la de los «Castaños».
Fin. Está...
Kal. (Aparte á los otros.) (Está decidido á echarnos^
no molestarse.)
Arm. (ídem.) (Hay que irse.)
Los tres (naciendo una reverencia.) ¡Señor!...
Rey Andad con Dios, Gabinetito.
Kal. (Mientras hacen mutis por la segunda derecha.) (¡Lo
que daría yo ahora por ser Presidente de
una República!) (vanse.)
ESCENA VIII
El REY. Después BERTINA, MARINELA y EFRONIA
Rey (viéndolos marchar.) ¡A estos ministros les cues.
ta trabajo irse! ¿Y esas muchachas, ¿qué ha-
brán hecho al ver tantas señales? Porque..,
(Deja la escopeta apoyada en la peña y suhe á ella.)
¡Calle!... ¡Sí! Allí parece que distingo... (Mi-
rando hacia la derecha.) ¡Justo!... VeO Una COSa
blanca que se acerca. Deben ser ellas. ¡Qué
lástima no haberme traído los gemelos de
campaña! El bulto se aproxima; es decir, los
bultos; porque se ven varios. ¡Cómo vienen;
qué... qué deprisa! ¡Yo sudo trementina!...
Claro; la estación calurosa... ¡Esto es para
una apoplegía' ¡No puede resistirse! Los bul-
tos... la estación... Voy á tener que marchar-
me. Pero, no; me esconderé detrás de esa
enema. (Desciende y se oculta tras un árbol de la
derecha.)
4
- 50 -
"Bér. (Dentro.) Por aquí.
Mar. (Idem.) ¡Qué miedo!
EfrO. (ídem.) ¡Qué vergüenza! (ai decir la última frase
asoman las tres por la segunda izquierda. Vienen las
tres envueltas en una sábana grande que las tapa casi
por completo, exceptuándose parte de pantorrilla y el
pie, que figura descalzo y los brazos; traen el pelo
suelto.)
Rey (Avanzaado cuando están en el centro de la escena.)
Bellas ondinas!
Las tres ¡¡Ayü (Dan un grito y hacen mutis por donde salie-
ron, dando vueltas girando sobre el eje y sin que por
un momento se destapen.)
Rey ¡Se asustaron!... Voy á ealmarlas. vase tías
ellas.)
ESCENA IX
La REINA, ESTEROLICIA, AMALIA, ADELIA, OVILIO y REVE-
RENCIO. Al final el REY. Comienza á anochecer
Reina (saliendo seguida de todos por la segunda derecha.)
¡Tampoco está aquí!
Ovilio Pues yo aseguro que le dejé en este mismo
sitio, (Reparando y cogiéndola.) ¡Mirad SU esco-
peta! (Se la entrega á Reverencio.)
Est. Los Ministros también aseguran que se que-
dó aquí.
Rev. (a la Reina.) Si me dais permiso, puedo reco-
rrer todo este contorno.
Reina Sí, sí; me intranquiliza. Y luego, con lo de-
licado que está...
Adelia (Mirando.) Mirad; me parece que llega.
Amalia Sí; él es.
Rey (saliendo por donde hicieron mutis. Trae la sábana
colgada al hombro y cogida por una punta á modo de
los toreros cuando dan una larga.) ¡Cualquiera laS
alcanza! (Riendo.) ¡Cómo corren!... (volviéndose
de pronto y quedándose «de piedra» al ver á su mujer.)
¡Canario!... ¡¡La Reina!!
Reina Pero, ¿dónde te metes?
Rey (uniendo la acción á la palabra de una manera disi-
mulada. ) Pues por ahí... dando largas... dando
largas al tiempo hasta la hora de mar-
charnos.
— 51 ^
Reina ¡Y todos alarmadísimos! (Fijándose en la saba-
na.) ¿Pero qué traes ahí?
Rey No, nada; que había ido á lavarme las ma-
nos, recordé que allí abajo había ropa ten-
dida y cogí esta toalla.
Est. ¿Toalla?
Rey Bueno, ó lo que sea; no me había fijado en
el tamaño.
Reina Si hemos de tomar ese piscolabis de que ha-
blabas, no debemos detenernos; la noche se
echa encima.
Rey Dices bien; no sé si serán los aires, el ejerci-
cio ó la amplitud de horizontes que he vis-
to, pero se me ha abierto una ganilla...
Reina <:Oís, señores? ¡Kl Rey tiene apetitol
Est. No perdamos la ocasión.
Reina En marcha. (Vanse todos por la segunda derecha.)
ESCENA X
Música en la orquesta
Se hace casi de noche; la luna ilumina el fondo izquierda. A su tiem-
po, por el foro derecha, salan KALCUNDIO, ARMANDIO y FINAN-
<^I0, explorando el horizonte con grandes telescopios de mano y ha-
cen mutis por la segunda izquierda. Se hace obscuro de noche, que-
dando la escena iluminada únicamente por la luna. Del foro izquierda
salen «tres contraflguras» de Bertina, Marínela y Efronia, en «mayé»,
y atraviesan la escena por el fondo, tras el radio de luz de luna, re-
catándose y amparándose en los diferentes troncos del bosque, pa-
sando de uno á otro rápidas y temerosas hasta que desaparecen fon-
do izquierda. Siguiéndolas y amparándose también en los troncos de
árbol para no ser vistos, las siguen los Ministros y los MOZOS l.'',
2.** y 8.**. Por último, por la segunda izquierda, aparecen los dos
AYUDANTES de la Feina, que á pesar de lo avanzado de su edad,
avan/au mirando con grandes gemelos de campaña. Para distinguir
mejor á las que se alejan, se encaraman á la peña del centro, cayen-
do de bruces. Telón rápido de cuadro
Música en Ba orquesta
MUTACBOMI
~ 62 —
CUADRO SEGUNDO
Interior de una caseta de un guarda de monte. Consta esta caseta* def
una sola habitación, y, por lo tanto, en sus muros, no se yerá!
puerta alguna, excepto la de entrada que está al foro, un poco co-
rrida hacia la izquierda. Al foro - derecha una pequeña ventaija,;
cuyo alféizar estará á la altura del cuello de una persona. En el
piso del escenario, hacia la derecha, una tranapa practicable, por
la que se baja rá una cueva. Dielia trampa se abre hacia la dere-i
cha de la escena y tiene la escalera de bajada de derecha á cen-
tro. A la izquierda, pegada al muro, una mesa tosca de pino y
varias sillas toscas. Sobre eUa un gran velón de dos candiles, en-,
cendido y dos farolillos de mano apagados. En las paredes una.
cabeza de ciervo y algún atributo de caza. Cantarero al foudo. Es:
de noche.
ESCENA PRIMERA
FAUSTINO. Luego Bertina, MARINELA y EFRONIA
Al levantarse el telón, Faustino, guarda del monte, está limpiando-,
una escopeta sentado á la izquierda. A los pies tiene varios sacos;,
está en mangas de camisa con la bandolera y sombrero puesto, y tie-
ne sobre otra silla el chaquetón de monte. Es hombre algo viejo
Faus. ¡Cómo está esta escopeta! ¡Buen tute ha lie- ,
vao la pobre! Ya hacía tiempo que en esta
real posesión no se oían tantos tiros. ¡Claro!
Como Su Majestad está algo delicao, no tiene
humor. (Deja la escopeta apoyada en una silla del
foro.) En fin, echaré estos sacos á la cueva.
(Los coge, abre la trampa y los echa á la cueva. Las
tres muchachas asoman la cabeza por la ventana.)
Ber. (Temerosa ) ¡Señor Faustiiiol ¡Señor Faustino!
Faus. ¡Eh! (cierra y retrocede hacia la mesa.) ¿Quién
llama?
Mar. Aquí.
Efro. Nosotras.
Faus. ¡Recontra! ¿Pero qué os trae por aquí? Pa-
sad, chicas, pasad!
Ber. (sobresaltada.) No podeiuos, scñor Faustino.
Faus. (Avanzando.) ¿Que nO podéis?
- 63 —
'Mar. ¡No, por Dios!... ¡No se acerque usted!
Faus. ¿Pues qué os pasa que ni podéis entrar ni
puedo arrimarme?
£fro= Que puede usted vernos.
Faus. ¡Anda! ¡Si fuera la primera vez que os veo!...
Ber Como estamos ahora, la segunda; porque
usted creo que nos vió nacer á las tres.
Faus. ¿Y qué me queréis decir con |eso?
Mar. Pues que estamos... estamos...
Ber. Nada; que estábamos bañándonos y nos han
- - quitado la ropa; ¿para qué decirle á usted
más?
Faus. ¡Recuerno! ¿De modo que?... (va hacia la ven-
tana, pero retrocede ante los gritos de ellas.)
Mar. . ¡Que no se acerque!
F aus. ¿Pero qué queréis que haga?
Ber. Que nos deje usted guarecernos aquí y vaya
á mi casa y diga que nos traigan ropa.
Mar. Pero, pronto; porque nos vienen siguiendo,.
Faus. Bueno, bueno; pero, ¿y si viene alguien tan
y mientras? Mirar; se me ocurre una cosa
mejor: pasar y meteros en la cueva; ahí no
hay peligro, y además podéis envolveros en
unos sacos que tengo abajo.
Ber. Bueno; pero, ¿cómo pasamos?
Faus. Toma; pasando*. Cerraré los ojos.
Efro. No me fío.
Ber. Ni yo; que usted j9(2r2?aíZea.
Faus. Bueno, pues saldré yo primero, (coge ei velón
y avanza.)
Mar. ¡No! ¡tampoco!
Faus. Pues no veo manera.
Ber. Hay una muy sencilla. Vaya usted hacien-
do lo que le digo: abra usted la trampa de
la cueva.
Faus. (Llevando el velón y obedeciendo.) Ya está.
Ber. Ahora, apague uííted la luz.
Faus. Pero, ¿y si tropezáis?
Mar. No se preocupe usted y apague. (Faustino
apaga la luz; queda uu momento todo el teatro á obs-
curas. Efecto de luz roja en la batería hacia la orquesta
liara distraer la atención del piiblico.) Dame la
mano, tonta. ¡Uy, qué fríos están ios escalo
nes! Ya estamos; cierre usted y encienda.
(Faustino obedece y al hacerse la luz, la trampa esta ce-
rrada, la puerta de la calle abierta y las muchachas
- 6á —
han desaparecido. Todo ha de ser muy rápido. Mientras
habla Marínela, Bertina y Efronia bajan al foso para
lo que sigue.)
FSUS. (Empezando á hablar á obscuras y encendiendo una
cerilla y con ella el velón.) ¡Lo que idean laS
mujeres! ¡A mí no se me hubiera ocurrido
nunca quedarme á obscuras y menos en una
situación como ésta: (Gritando para que le oigaa
las de abajo.) Esperadme, que no tardo ná.
(Deja el velón sobre la mesa y coge la bocina y el
chaquetón.) Me llegaré á casa de la Marinela,
que por el atajo me pilla más cerca. ¡Vaya
una bromita que las han dao! Pues anda
que en cuanto el padre de la Bertina se en-
tere de quién ha sido el guasón, no le arrien-
do la ganancia. (Vase foro izquierda. En cuanto
dasaparece, se abre la trampa de la cueva, empujada
por Bertina y Efronia, que asoman la cabeza lo sufi-^
ciente para que se les vea el cuello nada más.)
Efro. ¿Se ha ido ya?
Ber. Creo que sí. ¡Dios quiera que nos traigan la
ropa en seguida! ¡Chist!... ¡Callad! ¡Parece
que viene gente! ¡Sí! Abajo (cierran la trampa.)
ESCENA II
Por el foro derecha, el REY, la REINA, ESTEROLICIA, AMALIA,
ADELIA, OVILIO, KALCUNDIO, ARMANDIO, FINANCIO, REVE-
RENCIO, que lleva una cesta de viaje, propia de automóvil ó coche
de lujo, y por último, el doctor ASTENIO, de cazador también. Los
escopeteros atraviesan la escena y desaparecen por la izquierda
Rey Pasad, pasad; este es mi escondite vinícola-
piscolábico. Aquí podemos reparar las fuer-
zas y descansar un momento hasta que lle-
guen los coches. ¿Dónde se habrá metido
Faustino? (Se quitan los avíos de caza y los dejau
arrimados á las sillas, con las escopetas. Los ministros
á la derecha, el Rey al centro y los demás á la izquier-
da. Astenio, con los ministros.)
Est. ¡Oh, qué encanto! ¡Esta caseta es de una
rusticidad virgiliana!
Rey ¡Oh, pues si supieras, querida cuñada, lo
que hay abajo! (señalando la cueva.) ¡Cosa ex-
quisita!
~ 66 —
Est. ¿Algo geórgico?
Rey ¡Quiá! ¡Unos jamones riquísimos!
Est. ¿Curados?
Rey ¡En la convalecencia!; pero que con tomate,
quitan las penas. En fin, señores: aquí hemos
venido á reparar las fuerzas, ¿no es eso?
Reina Al menos tú dijiste que tenías apetito.
Rey ¡Y lo tengo! Así es que desde luego, prescin-
damos de la etiqueta; por lo tanto, aquí no
soy Rey, soy un cazador más De modo que,
mientras yo bajo por las provisiones, vos-
otros id poniendo la mesa. (Las mujeres comien-
zan á sacar de la cesta todo el servicio de mesa nece-
sario para campo, de un lujo que corresponda á la
categoría de los personajes. Reverencio enciende los
farolillos de mano.)
Kal. Pero ¡cómo!... ¡Vuestra Majestad!...
Rey ¡Y dale! He dicho que aquí no soy majestad.
(Dándole un cachetito amistoso á Kalcundio ) Dame
un farolillo de esos. (Reverencio obedece.) Vereis
qué vino subo. Ese sí que es un tónico,
doctor. (Abre la trampa ayudado por los demás.)
Ast. Reparad, señor, en que el aire húmedo de la
cueva puede seros perjudicial.
Rey Pero, doctor, si es cuestión de un momento;
medio minuto, (comienza á descender.)
Ast. ¡Siendo así!... ¡Dios quiera que os enfriéis!
Rey No lo creo (Desaparece.)
Kal. ¡Qué sencillez la de nuestro monarca!
Fin. ¡A pesar de su edad, tiene un alma de niño!
Arm. Hoy, verdaderamente está infantil.
Kal. (Aparte á los ministros. Y á propósito: ¿qué ha-
brá sido de nuestras ondinas?
Arm. • Seguramente estarán ya en sus casas. Caan-
do las vi por última vez, descendían del
monte.
Fin. Justo, es verdad; cuando yo las vi, iban por
la falda.
Kal. Por la falda. . y por la hlusa. (Ríen ios otros, se
escucha en la cueva ruido de tropezones y golpes,
todos acuden y aparece el Rey sin sombrero, pálido,
desencajado, con el cuello desabrochado y la corbata
deshecha, con dos botellas cubiertas /ie polvo, que
arroja al suelo y recoge Ovilio y Reverencio, dejándo-
las sobre la mesa. Adelia trae una silla, en la qae
sientan al Rey, que cae medio desmayado en los bra-
^ 56 —
zos de Astenio, que le pulsa y reconoce, los ministros
cierran- la trampa de la cueva y todos rodean al mo-
narca; en primer término la Reina y con las servilletas
y pañuelos le hacen aire.)
Música
Reina
Princesas
Ministros
Oviiio
Ast.
Rev.
Todos
¡Ay, qué le habrá ocurrido!
¡Ay, qué le habrá pasado!
¡Está descolorido!
Está desencajado.
Apenas si respira,
la vida se le va
j tiembla de tal modo
que es una atrocidad.
Reina ¡Vicente! ¡Mi Vicente!
¿Qué te ha ocurrido, di?
Rey ¡Aire! ¡Yo quiero aire!
Reina ¿Q^^^ dice?
Todos Que quiere aire.
Rey ¡Aire! ¡Aire! ¡Aire!
(comienzan con servilletas y pañuelos á darle aire
compás.)
Todos
Reina
Rey
Todos
Rey
Démosle oxígeno,
démosle hidrógeno
con gran cuidado
y actividad.
Aire, que es tarde,
no descansemos
á ver si vuelve
Su Majestad.
Por Dios, más despacito
y no hacerlo al desgaire,
que puede hacerle daño.
¡Aire' ¡Aire! ¡Aiie!
Vayamos despacito
y no hacerlo al desgaire
que puede hacerle daño.
¡Aire! ¡Aire! ¡Aire!
— 67 —
Todos Ya su pecho baja y sube
y esto pronto pasará.
De fijo se recobra
de un soplo nada más.
Ufff.
(Soplando á un tiempo.)
Rey Achits.
Todos ¡Jesús!
Reina ¡Se constipó!
Todos Era lo seguro
con este ciclón.
Hablado
Rey ¡Ya estoy bien! ¡Ya pasó! ¡¡Qué mal rato!!
Rema Pero, ¿qué ha sido?
Rey No, nada; que me empeñé en cogerlas y por
poco... (Se tienta la cabeza.) ¡qué porrazOs!
Reina Pero, ¿á qué te refieres?
Rey ¿A qué voy á referirme, mujer? ¡A las bo-
tellas!
Reina ¡Pero detalla, por Dios!
Rey Pues nada, hija, verás... que bajé, y apenas
bajé, aunque estaban así... apiñadas, detrás
de la escalera, las vi en seguida, me fui á
ellas y al llegar ¡zás!... me apagaron la luz...
las corrientes de aire; y entonces empecé á
andar á tientas... y no puedes figurarte los
golpes... ¡toca y verás! (indicando la cabeza.)
Reina Pero, ¿cómo tiene Faustino las botellas? •
Rey Pues muy mal, ¿sabes? porque las grandes
están sin orden ni concierto, y las chicas,
están detrás de unos toneles, y el que vaya
á cogerlas, se cae.
Kal. ¡Qué desbarajuste!
Ast. Debía tenerlas en orden, bien formadas.
Rey No, si bien formadas deben estar; ahora que,
¡claro! entre la falta de luz y los trastazos,
pues... me ha dado un pequeño mareo;
nada de importancia. ¿Cuántas botellas he
subido?
OviliO Dos; aquí están. (Leyendo las etiquetas.) «Vino
de cincuenta años.» ¡Ya puede ser bueno!
Rev. ¡Pues hay abajo unas de dieciocho, que atur-
den! Dadme el otro farol, que voy á ver si...
(Levantándose. Adelia aparta la silla.)
— 58 —
Reina (Deteniéndole.) Péro, ¿estás loco? ;
Rey ¡Si ya me encuentro bien!
Kal. ¡Imposible, señor! El gobierno no puede
consentir que os expongáis á nuevos porra^
zos.
Reina Tiene razón el Presidente.
Rey Pero si...
Kal. Bajaré yo.
Rey ¡No!... ¡quiá!. ¡de ninguna manera! Coges un
reuma.
Kal. Coja lo que coja, es mi deber y bajo, (Abre
la trampa y coge el otro farol que le entrega Reveren-
cio, j
Ovilio Tiene razón; es el que debe bajar.
Rey Pero, hombre, si es que va á coger...
Kal. Coja lo que coja es mi deber y bajo. (Desciende.)
Rey (Aparte.) (¡Se ha empeñado!... ¡¡Lo escala-
bran!!)
Reina Tú, lo que debías hacer, es tomar una copi-
ta de añejo, que estarás nervioso todavía*
Príncipe: sírvele vino al Rey.
Ovilio (obedeciendo.) Tomad, señor. (Se oyen ruidos en
la cueva.)
Rey (En tono burlón ) ¿Se oyc algo abajo, querido
Armandio?
Arm. Sí; escucho unos ruidos así como de botellas
que ruedan... de tropezones...
rfey ¿Lo veis? Ha tropezado con ellas: ¡se mata!
Voy á bajar yo, porque si no se mata.
Todos Pero...
Rey Basta, es mi deseo. No quiero que se me
desgracie un estadista. (Baja.)
Reina Pero, por Dios; ¡es una exageración!
Arm. Yo creo, que imitando su ejemplo, debíamos
bajar todos.
Ovilio Es una idea acertadísima.
Fin. Bajemos todos. (Se dirigen hacia la cueva.)
ESCENA III
DICHOS menos el REY y KALCÜNDIO. Por el foro derecha FERMI-
NA con un lío grande de ropa. Entra, pero queda casi en el dintel
de la puerta ^
Fer. ¿Dan su Real licencia?
Reina (Deteniéndose, como todos) ¡Eh!... ¿Qué quiereS?
— 59 —
(Quedan á la derecha los Ministros y Astenio, Ferrolna
en el centro y los demás á la izquierda.)
fer. Perdone Vuestra Majestad, pero es que trai-
go la ropa para las chicas.
Reina ¿Para qué, chicas? '
Fer. Pues pa la Bertina, la hija del Guarda ma-
yor, pa mi sobrina Marínela y pa la Efro-
nia, que están las pobrecitas... (vacilando.)
Reina ¿Cómo están?
Fer. Pues na, señora: una gracia que les han hev
cho los mozos y que Vuestra Majestad cas*
tigará seguramente en cuanto lo sepa.
Reina Acaba.
Fer. Pues na, que según me ha dicho Faustino
las tres chicas se le han presentao aquí
como... como Dios las echó al mundo.
Reina ¡Jesúsl
Fer. Porque estaban bañándose y les quitaron la
ropa.
Reina ¡Qué indignidad!
Fer. Y el pobre Faustino, no sabiendo qué hacer,
las metió en la cueva. (Asombro general.)
Reina ¿En qué cueva?
Fer En esa. (señalando la trampa.)
Todos (Estupefactos.) ¡¡En esaü
Ast. (¡Ahora me explico la congoja de Su Majes-
tad!) (Desciende un escalón, pero inmediatamente re-
trocede.)
Ovilio (¡Y los coscorrones!)
Reina De modo que tres mozas... ¡y sin ropa!
Fer. Ni pizca.
Fin. (Mirando hacia abajo.) (¡Qué lástima, si yO lo sé!)
Reina Dame ese lío. (Fermina obedece.)
Arm. (Que está mirando por la escalera de la cueva.) Se- '
ñora; me parece que suben.
Reina Silencio todo el mundo. (Esconde el lío tras ella:
todos quedan inmóviles.)
ESCENA IV
DICHOS, KALCÜNDIO. Después el REY
Kal.
(Apareciendo temeroso, manchado y con alguna que
otra señal de los golpes, los pelos de punta y el farol
apagado y roto.) ¡AgUa! (Nadie se mueve.) ¡¡AgUa!!
> 60 —
.Rey (subiendo precipitadamente con el sombrero puesto del
revés.) ¿Véis?... ¿Véis lo que yo os decía?
¡También se ha caído!
Kal. ¡jAgual!
Rey Dadle un poco de agua. (Asombrado que nadie
obedezca, los mira asombrado; Armandio le indica con
la mirada la presencia de Fermina.) Pero ¿C[Ué pasa?
(silencio embarazoso. Armandio sigue con sus señas.)
¿Qué?
Arm. (Aparte á Kalcundio.) ¡La tía!
Kal. (Aparte al Rey.) DÍCC que la tía.
Rey ¿La tía de quiéQ?
Fin. (Aparte á Armandio.) La del líO.
Arm. (Á Kalcundio.) La del lío.
Kal. (Al Rey.) Dicc que la del lío.
Rey ¿La de qué lío?
Ovillo (Aparte al Rey, por el lado izquierdo.) ¡El diluviol
Rey Pero, ¿es que llueve?
■Ovillo (ídem!) ¡El caos!
Rey ¡No me enredes, Ovillo! ¿Qué pasa; queréis
hablar claro?
Reina Pues pasa, querido esposo, que quiero pe-
dirte un favor.
Rey Tú dirás.
Reina Hazme el obsequio de bajar esto á la cueva.
(Le entrega el lío.)
Rey (Tomándolo.) ¿Qué líO es CStC?
"Fin. (Aparte al Rey.) EspantOSO. (Todos van cogiendo
sus arreos de caza.)
Rey Bueno, ¿pero se puede saber. .?
Reina (Altanera.) Majestad, no os detengáis; bajad,
para que esas desgraciadas puedan cubrir
sus carnes, antes de que alguien, imitando
vuestra sádica conducta, trate de contem-
plarlas á su antojo Seguidme. (Vase fondo iz-
quierda, seguida desús hermanas, Ovilio, Astenio 'y
Reverencio.)
Est. ¡Qué concupiscencia! (vase.)
.Rey (Tratando de detener á su esposa.) PcrO, OJC, yO te
aclararé... Que no las hemos visto Que á mí
me echaron un saco por la cabeza... y á este
dos. (viendo que se van sin hacerle caso.) Nada; Se
marcha. ¡Qué lío! (Reparando en el de ropas que
aun conserva y dándoselo á Fermina.) Toma; toma
el lío y que se vistan. (Fermina desciende á la
cueva.)
— 61 —
K ¡La Reina va como para pedirla una graciat
Fin. Temo, Majestad, que váis á tener un graví-
simo disgusto de familia.
Rey ¿Y qué hacer?
Arm. ¡Qué sé yo!
Rey ¿No sois mis consejeros? Pues aconsejadme.
Kal. (Preparándose para el discurso.) Señor: el aSUnto
es tan escabroso, que - el Gabinete que pre-
sido ..
Rey (incomodado.) Basta. ¡Dios mío! La cueva que-
me delata... el Gabinete que no me aconse-
ja... el recibimiento que me va a hacer la>
Reina... ¡Me está bien empleado por ser
constitucional! Si fuese absoluto, no me pa-
saría esto.
Kal. Vamos, señor.
Rey Vamos.
Kal. -Viva Vicente XXIV!
Rey ¡Viva! Puede que no viva ni veinticuatro...
horas. (Vanse fondo izquierda.)
ESCENA V
ÍERMINA, BERTINA, MARINELA y EFRONIA, de la cueva
Música en la orcfuesfta
Fer. (sube, mira por el fondo si se han alejado, vuelve y
hace señas á las de abajo.) Subid.
(Van saliendo las tres, con falda y corpiño puesto,
otros de los cuadros anteriores, naturalmente, y con el
pelo sin peinar, temerosas y ruborosas, acabando de
arreglarse.)
Ber. ¿Se han ido ya?
Fer. Sí; subid sin cuidado.
Efro. ¡Dios mío, qué vergüenza!
Mar. Yo no me vuelvo á bañar en mi vida.
Ber. (Á Fermina.) Oye: ¿me harán algo por el po-
rrazo que le he dao al Rey en las narices?
Fer. Según: si se le hinchan mucho, dos meses
de cárcel.
Ber, (Muy apurada.) ¡Ay, Dios mío, quc no se le
hinchen!
Mar. Pero, ¿por qué le diste en las narices?
— 62
"Ber. Porque me pareció lo menos respetable.
Ter. Andad; vamos. (Se dirigen ai foro. Cae el telón de
cuadro. Orquesta sola.)
MUTACIÓN
CUADRO TERCERO
íJn salón de Palacio perteneciente á las habitaciones de 1& Reina.
Este salón será diferente en mueblaje y arquitectura al del primer
acto. Puertas al fondo y en primeros términos. Es de día.
ESCENA PRIMERA
Aparece OVILIO con el traje del primer acto. En la puerta del fondo
REVERENCIO
Hablado
Rev. ¿Dais vuestro permiso?
Ovil ¡o Pasa, mi fiel vasallo; pasa.
Rev. (Entrando.) ¿Vuestro aUgUSto tíO...?
Ovilio Está mejor. El doctor Astenio cree que po-
drá asistir al Besa-mano que con motivo de
su cumpleaños debe celebrarse hoy. Ya com-
prenderás, naturalmente, que esta mejoría
es pasajera. ¡E! pobre está cada día más
apagado!
Rev. Apagadísimo; y luego, los disgustos pasa-
dos...
Ovilio No me los recuerdes. En fin, gracias á la ha-
bilidad de todos, y muy especialmente de
los Ministros, pudo conjurarse el conflicto;
la Reina se calmó, hicieron las paces y ahí
los tienes, que llev¿m tres meses tan amarte-
ladísimos que cualquiera diría que son re-
cién casados.
Rev. ¿La Reina no ha vuelto á insistir acerca del
cambio de sus Ayudantes?
Ovilio Ni una palabra. Nuestro plan, querido Reve-
rencio, marcha viento en popa Los feos,
63 —
preponderan; Risalia ve en mí á su futuro
monarca.
Rev. ¡Qué alegría tan grande, señor, veros maña-
na Rey! ¡Rey!
Ovilio ' (Tendiéndole los brazos.) |Mi buen Reverencío!
¿Cómo podré pagarte tanto cariño?
Rev. Conque me consideréis vuestro más leal ser-
vidor, me basta.
ESCENA II
DICHOS, KALCUNDIO, FINANCIO y ARMANDIO, como en el pri-
raer acto, sin carteras. Salen por el fondo
Kal. ¡Amado Príncipe!
Ovilio . ¡Señores Ministros!
Kal. ¿Qué, habrá por fin recepción ó no?
Ovillo La habrá. Su Majestad se encuentra con más
fuerzas, hasta el extremo de que la Reina
quiere que vea las modas que para la próxi-
ma estación invernal le han traído de París,
y que la aconseje en la elección.
Arm. Eso significa que no ha vuelto á turbarse la
paz conyugal.
Fin. ¡Y Dios quiera que siga así!
Rev. (Desde la puerta de la derecha.) LoS ReyeS.
ESCENA III
DICHOS, el REY, de uniforme, la RHJINA, ESTEROLICIA, AMALIA
y ADELIA, de Corte con otros trajes, ASTENIO, de frac, Damas de
guardia, Alabarderos y Ujieres. Después Damas de palacio. Caballe-
ros, Dignatarios, Diplomáticos, Guardias marinas, y por último. Cuer-
po de baile; traje á capricho
Rey ¡Querido sobrino! ¡Señores Consejeros!...
Kal. ¿Cómo van esas fuerzas, señor?
Hey Bastante bien; que te diga este, (por Astenio.)
Ast. ¡Ah; hecho un valiente! Apropósito: (a Ovi-
no.) aquí tenéis, como Jefe superior de Pala-
cio, el parte para la Gaceta.
Hey (cogiendo el papel.) ¡A ver! Tengo curiosidad.
' (Leyendo.) «Su Majestad el Rey, mejora nota-
blemente. La pereza, en el funcionamiento
— 64 —
digestivo, que padecía...» Ah; ¿de modo que
lo que yo tenía, era pereza nada más?
Ast. El estómago; ese Real órgano, señor, estaba
bastante perezoso.
Rey (Leyendo.) «... Que padecía, está casi vencida
y reguladas las funciones nutritivas, puede
decirse que ha cesado el decaimiento. Su
Majestad la Reina y Augustas hermanas, si-
guen sin novedad en su importante salud. —
Doctor Astenio.» Muy bien. (Entrega el parte á
Ovilio.) *
Reina Bien, señores: antes de que llegue la hora de
pasar á los salones para el Besa-mano, tengo
interés en que Su Majestad véa los modelos
que me envían para la próxima estación.
Kal. En ese caso nosotros... (Hacen ademán de reti-
rarse )
Reina No; pueden ustedes quedarse; siempre será
una opinión más. Querido sobrino: ¿quieres-
ordenar que vayan pasando?
Ovillo Al instante, (los Reyes se sientan en dos sillones
que colocan los Ujieres hacia la derecha; tras ellos las
Princesas y los Ministros, y por último las Damas de
guardia. Ovilio se dirige al fondo, da órdenes y vuelve
á la izquierda de los Reyes. Bis en la orquesta y entra
toda la Corte, que después de una reverencia, ocupan
el fondo y la lateral izquierda las Damas.) Modelo
de traje para el baile nacional «La Risalia-
na.» (Entra el cuerpo de baile. Todos estos por el
foro.j
lUlúsica
(Durante el número, baile á gusto del señor Director.;)
Reina Risaliana,
baila alegre la aldeana
recordando sus amores,
Risaliana,
en los campos que huelen á flores.
Risaliana, ;
es la danza soberana
de la pobre patria mía;
Risaliana,
y al cantarla sentí su alegría. i
Danza
que la música suspira
— 66 —
Todos
Reina
y es su ritmo encantador
canción de ardiente amor.
Danza,
que tu amor bailar te mira,
y te sigue á donde vas
su ardiente corazón
llevándote el compás.
Soberana,
que cantáis en este día
porque baila una aldeana
risaliana;
vuestro canto nos dió la alearía»
Soberana,
cantar quiero' en este día
mi canción, que es aldeana
Risaliana,
y al cantarla sentí su alegría.
Hombres
Todos
Danza el baile popular .
sin descansar,
que su ritmo encantador
enciende amor.
Y tu cara es por gentil
rosa de Abril;
y tus ojos, miran al bailar
y hacen pecar.
Risaliana
es la danza soberana,
etc., etc,
Que es el baile nacional,
y el bailarlo es un honor,
pues su ritmo pasional
es el canto del amor.
Hablado
Est ¡Preciosos trajes!
Rey ¿Quieres que pasen los de sombreros? (La
Reina vacila y se pasa la mano por la cara dando
muestras de ponerse mala.) PerO, ¿qué te SUCedeS*
Reina No sé... un desvanecimiento... me pongo
mala... (Todos acuden solícitos.)
Est. ¡Hermana mía! i i
6
- tí« -
Adelia ¡Sentadlal
Amalia ¡Agual
Hey (sosteniendo á la Reina que cae en sus brazos,)
¡Doctor I ¡La Reina se desmayal
Est. A su cámara; llevémosla á su cámaral
Ast. Sí; pronto, pronto, (se llevan á la Reina, por la
derecha," entre sus hermanas, sus damas de guardia y
el doctor Astenio. Los demás, forman grupos eómen-
tando; los guardias Alabarderos y Ugieres se colocan
á la entrada de la habitación, dando la espalda.)
Key ¡Dios mío, que tendrá la Reina!
Kal. Nada, señor, no alarmaros; nada de cuidado
seguramente.
Fin. Quizá el calor de esta habitación.
Arm. Parece mareada tan solo; tened calma.
Rey ¡Como es el primer mareo que la he cono-
cido!...
Ovilio Es extraño, siendo joven y fuerte.
Kal. ¡Que incidente más desagradable!
Fin. ¡Y en un día como el de hoy!
Arm. Ahora nos dirá el doctor Astenio.
Ast. (Saliendo.) ¡Señor!... ¡Señor!... (Todos le rodean;
Reverencio, pasa á la izquierda de Ovilio.)
Rey ¿Qué es?... ¿qué tiene?... ¿qué tiene? '
Ast. ¡Calmaos, Majestad!
Todos Pero, ¿qué es?
Ast. Señores, no sé cómo decirlo... ¡el júbilo
innuda mi alma!... ¡la alegría entorpece mis
labios!... ¡Señor!
Rey (impaciente.) Acaba.
Ast. Tengo el gratísimo honor de participaros
que la sucesión al trono de Risalia está ase-
gurada, salvo complicaciones improbables.
Todos (Asombrados.) ¿Qué?
Rey (Loco de alegría.) ¿Qué diceS?
Ast. Lo que oís.
Rev. (¡Maldición!)
Rey Pero, ¿oís esto? ¡Qué alegría!... ¡qué orgu
lio?...
Todos ¡Qué felicid.'ld!... ¡qué suceso!... (Todos rodean
al Monarca felicitándole.)
■ Rev. (Aparte y aterrado á Ovilio.) ¿Oíste, SCñor?
Ovilio Y que no cabe duda, Reverencio; hay que
felicitar á mi tío: ¡á él solo!
Rev. (¡Quien podía imaginar!...)
Rey Bueno, Kalcundio; no quiero qi^e la noticia
— 67 —
tarde en llegar á mis subditos, de modo qu^
quita el parte ese de mi pereza y pon la
fausta nueva; ponía á escape.
Arm, Sí; pronto, pronto. (Ovüío entrega el parte á Kal-
cundio.)
Fin. ¡Que se esparza!... ¡que se divulgue!
Rev. (Aparte á Oviiio.) ¿Y qué hacemos con tanto
feo?
Ovllio Licenciarlos; para lo que nos han servido...
Arm. Señor: yo, con motivo del fausto suceso^
quisiera un título del Reino.
Fin. Yo, una gran cruz,
Kal. Yo, un gran collar.
Rev. Que se me asigne una pensión.
Ast. Que se me ascienda.
Rey ¡Basta, basta! ¡Por Dios, no marearme! ¡Por
la Virgen Santa!; no pedirme nada. Me en-
cuentro tan débil... ¡tan flojo!...
Rev. (a oviiio.) (Pues, ¿no dice que está flojo?)
Ovilio (Es una martigala; el Rey, es un vivo.) (Alto
á todos.) Señores: ¡viva el Rey!... Truenen los
cañones; suenen músicas y campanas; alé-
grese Risalia, Yo me vuelvo á mi barco,
Majestad.
Rey ¡Cómo! Pero, ¿vas á dejarme solo, tan flojo
como estoy? ¡Tú; tan adicto á la Monar-
quía!
Ovilio No temáis, señor. Vuestro trono cada día
será más firme. Nadie como vos para hacer-
se partidarios. ¡Viva el Rey!
Todos ¡¡Viva!! (Música y telón.)
FIN DE LA OBRA
Los autores se complacen en
consignar que el inteligente é in-
fatigable director de escena Vicen- *
te Carrión, ha puesto esta obra
con tanto cariño como acierto.
OBRAS DE ANTONIO PASO
ILa candelada, zarzuela en nn acto.
1:1 señor Pérez, ídem id-
lEl niño de Jerez, ídem id.
El §:ran Visir, ídem id.
da casa de las comadres, ídem id.
liOS diablos rojos, ídem id.
Todo está muy malo, diálogo,
lias escopetas, zarzuela en un acto.
I^a zfng-ara, ídem id.
lia marcha de Cádiz, ídem id.
£1 padre Benito, ídem id.
Sombras chinescas, revista lírica en un acto
liOS cocineros, saínete lirico en un acto.
liOS rancheros, zarzuela en un acto.
Blstoria natural, revista lírica en nu acto.
Kl fin de Ra cambóle, zarzuela en nn acto.
I<as fig-uras de cera, ídem id.
Alta mar^ juguete cómico en un acto.
Churro Brag-as, parodia de Curro Vargas.
Concurso universal, revista lírica en un acto.
liOS presupuestos de Vlllapierde, revista política ea an acto,
lia alegría de la huerta, zarzuela en un acto.
£1 Missisipí, ídem id.
lia luna de miel, ídem id.
lias Tenecianas, idem id.
liOs niños llorones, saínete lírico en un acto.
£1 bateo, idem id ,
£1 respetable público, revista lírica en un acto.
lia corría de toros, saínete lírico en un acto .
El solo de trompa, zarzuela en un acto.
£1 cabo López, idem id.
lia vírg-en de la Luz, idem id.
£1 pelotón de los torpes, idem id.
£1 picaro mundo, ídem id.
£1 trébol, ídem id.
El aire, juguete cómico en un acto.
lia torería, zarzuela en un acto.
Caloría pura, ídem id .
lia misa de doce, entremés lírico.
Hule!, idem Id.
Frou-Frou, humorada lírica en un acto,
lia mulata, zarzuela en tres actos,
-lia reina del couplet, idem en un acto.
El Ilustre Beeóehez, idem id.
El aire, idem, id.
El rey del valq^ , idem id.
£1 arte de ser l^onita, humorada lírica en un acto,
L>a taza de té, caricatara japonesa en un acto. >
I.OS mosqueteros, zarzuela en un acto,
lia loba, idem id.
lia hostería del laurel, idem id.
lia marcba real, zarzuela en tres actos,
lia alearre trompetería, humorada en un acto.
Tenorio feminista, parodia lírico-muieriega.
El quinto pelao, zarzuela en tres actos .
liOS ojos neg'ros, idem en un acto.
Mayo florido, sainetc lírico en un acto,
lid repiiblica del amor, humorada lírica en un acto
La tribu gitana, zarzuela en un acto.
El §:ran tacaño, comedia en tres actos.
Eos hombres alejes, saínete lírico en un acto.
Eos perros de presa, viaje en cuatro actos.
El paraíso, comedia en dos actos.
jMea eulpa!, disgusto lírico original y en prosa.
Crenio y fig-ura, comedía en tres actos.
Ea partida de la porra, saínete lírico en un acto.
Ea mar salada, comedia en dos actos y en prosa.
Ea alegría de Tivir, comedia en cuatro actos y en prosa.
Eos viajes de Oulliver, zarzaela cómica en tres actos.
Ea divina providencia, juguete cómico en tres actos.
Ea gallina de los hueyos de oro, comedia de magia en dosaoioa^
El verbo amar, opereta en tm aóto, divido en un prólogo y doa.
cuadros.
Baldomero Pachón, imitación cómico-lirico-satirica en dos actos,.
Pasta flora, comedia en tres actos y en prosa, original.
El debut de la chica, monólogo en prosa.
El orgullo de Albacete, juguete cómico en tres actos.
Ea pata de gallo, monólogo cómico en prosas
El potro salvaje, zarzuela cómica en un acto.
Ea corte de Bisalia, zarzaela en dos actos.
Precio: 1,S0 pesetas^